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FERIA DE OTOÑO – Despedida de Enrique Ponce en Madrid

Fotos Plaza Uno Alfredo Arévalo

​Por José Carlos Arévalo

Evocación personal: He dirigido tres revistas taurinas, “Toros 92”, “El Toreo” y “6 Toros 6”. Las tres han cumplido su ciclo. Enrique Ponce las ha superado. Hoy se despide de la afición de Madrid. Y aunque yo vivo en Madrid quiero pensar que esta no será la última vez que lo vea torear. Quizá en América, quizá en el campo. Los toreros no dejan de serlo aunque se hayan cortado la coleta. La primera vez que le ví torear, de novillero, fue en Sevilla. Era un niño y me pareció un maestro. La mejor tarde que le ví, de matador, fue en Linares, hace no sé cuantos años, con una corrida de Atanasio Fernández. La mayor satisfacción que me dio como a aficionado fue en México. Antes de aquella tarde, los aficionados chilangos llevaban varias semanas examinando a la contra a los toreros españoles. Desde su primer toro acalló al tendido, luego lo entusiasmó y, finalmente, salió de la plaza siendo el último gachupín consentido de la Plaza México.

Una noche mexicana, cenando en “El Cícero” con él, con Litri, creo que también con Rafael Herrerías, me agradeció una crítica muy elogiosa, pero epilogó sus palabras con esta frase: “Gracias por lo que has escrito, lástima que no lo sientas”. Tenía razón a medias, porque yo había escrito con sinceridad, pero también es cierto que Ponce es un torero al que he admirado pero no me ha fascinado. Le admiro porque le he visto cuajar a los toros buenos y a los malos, torear todo tipo de encastes, no hacer ascos al toro de mucho trapío y muchos pitones. Y jamás le ví con el agua al cuello. Pero no soy poncista porque entiendo y siento el toreo de otra manera.

En lo personal, he disfrutado de su hospitalidad en su casa de Madrid y en su campo de Jaén. Sólo le he pedido un favor, que le diera la alternativa a un novillero mexicano, El Cuate, y se la dio en Jaén, imponiéndose a la opinión del empresario. Ponce es un gran torero y todo un caballero. Supongo que la Fiesta, tan necesitada de directivos inteligentes, seguirá contando con el maestro valenciano.   

Su última tarde en Madrid: Quién niegue la faena de Ponce a su último toro en Madrid tiene un juicio muy estrecho de lo que es el toreo. De acuerdo, según lo que hoy es conónicamente premiar una faena, la segunda oreja fue excesiva. Pero si torear es hacer una faena magistral a un toro inepto, la faena de Ponce las mereció. El público es sabio, más que el aficionado entendido. Como todos sus hermanos, el cuarto de la tarde fue noble pero incapaz de resistir una lidia completa. Cargado de kilos y corto de cuello, no se le podían ver las hechuras. Falto de casta, apenas cumplió en varas. En banderillas quemó su última energía. Pero enfrente tenía al torero sabio de Chiva, Y la inteligencia se adueñó del toro, del ruedo, del tendido. A una corta, morosa y cansina embestida, la encendió mediante el cite cruzado. Y así estimulaba su inercia. A susosería la pimento con ceñimiento, a su imposible remate con la caricia de los vuelos. Y los tiempos muertosprolongaban un fondo que el toro no tenía. De tal manera que el maestro toreaba antes de citar, en el cite, en el embroque y a la salida de los muletazos. Y mientras el público le ovacionaba imprregnado de su sapiencia, él dejaba respirar a la descastada mole. Así como en la música el silencio es el contrapunto del sonido, en el toreo de Ponce la pausa, llena de sensibilidad torera, hizo degustar al buen público de Madrid una faena con tempo de adagio, coronada con una estocada sin puntilla. A los aficionados que van a la plaza con regla y cartabón no les gustaron las dos orejas. Curioso, no supieron usar sus instrumentos, pues la faena fue de una precisión inobjetable. La vuelta al ruedo, la ovación final, la salida a hombros fueron clamorosas. Hasta siempre, maestro.


Aunque esta líneas están dedicadas a Enrique Ponce añado tres notas a la tarde:

– El toricantano, Samuel Navalón, hizo una valerosa faena al sexto toro y cortó una merecida oreja.


– David Galván dio los mejores muletazos de la tarde. Su toreo tiene un trazo sublime.


– A mi me parece que en Madrid a los toros los sacan punta. Yo nunca los veo tan astifinos en el campo.

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