El Torero
FERIA DE OTOÑO – Perera da los mejores naturales de la temporada en Madrid
por José Carlos Arévalo
Datos para la historia. Del año 24: Matador, Miguel Ángel Perera, de grana y oro, que cortó una oreja, pero debieron ser dos. Toro, “Escusano”, nº 14, cárdeno, con 525 kilos, de Victorino Martín, ovacionado en el arrastre, pero debieron darle la vuelta al ruedo. O el Usía estaba en la inopia o era un intruso disfrazado de presidente.
Aunque también la plaza está rarita. La tarudez estentórea del 7 la convierte en un coro taurino esquizofrénico. O sea, que el público de Madrid son dos públicos. Una minoría integrista, que se indigna por todo creyendo saber lo que no sabe, y un público que sabe sentir y apreciar el toreo, pero no es beligerante. La dualidad se apreció en la gran faena de Perera al bravo y enclasado “Escusano”. El de Puebla del Prior inició su faena con pases genuflexos, para formalizar y someter al toro, rematados por alto para no restarle embestidas. De estas, las mejores fueron por el pitón izquierdo, pero el torero lo citó con la derecha para torearle por redondos. Al principio no lo entendí. Pero en la segunda serie demostró que estaba puliendo su aspereza al protestar por arriba en el remate de cada muletazo. Y fue entonces, cuando el toro había aprendido la lección,que se echó la muleta a la izquierda. Y con el toro templado y humillando, embistiendo con elegantísima nobleza, fue cuando la mano izquierda dibujó, cinceló, creó los más lentos naturales del toreo: la muleta barriendo la arena, el toro imantado, el tiempo suspendido, el trazo largo, larguísimo, los vuelos curvando la lenta embestida, y el torero enhiesto, fajado y acompasado, la cintura cadenciosa, el medio pecho por delante, y el ole rugido, profundo, extasiado de Madrid en vez del “bieén” presuntuoso de los aficionados tontos. Pero la faena no tuvo un continuo clamor, porque a veces, entre natural excelso y natural excelso se paraba extenuado el toro por la extremada exigencia de un toreo purísimo y obligado al que respondía con absoluta entrega. Y entonces, el torero le dejaba la muleta presentada, tendida con verdad, lo que antes se ameritaba y se llamaba citar con aguante. Algo que los garrulos del 7 consideran estar fuera. Y por supuesto, el torero está fuera, en su sitio, pero sin ventaja, dando al toro dos opciones, elegirle a él o al engaño. Lo que no sucede cuando el torero se cruza y obligado citar al ojo contrario, porque cuando el toro embiste ya está fuera y además no lo ve.
Sin embargo, el clamor se impuso rubricado por una gran estocada de la que el toro, por bravo, tardó en morir. Un descabello fulminante terminó con la vida de “Escusano”, espectacular en varas, agresivo en banderillas y casi de bandera en la muleta. Mereció la vuelta al ruedo, como Perera mereció dos orejas. La cicatería no prestigia a las plazas, las prestigia saber lo que pasa en el ruedo tanto o más que los que torean.
Para no dejar nada en el tintero, diré que la corrida de Victorino Martín fue encastada, con cinco toros bravucones y uno de vacas. En cuanto a Emilio de Justo, resalto que estuvo por encima de sus toros. También cortó una oreja y le secundó el público, lo que dice mucho en su favor. Pero a mí no me convenció como en otras tardes.