Al sistema le gustan gordos
Al ganadero no le gustan gordos, porque un exceso de kilos rebaja las prestaciones de sus toros.
Al torero no le gustan gordos porque se mueven menos y sin ritmo.
Al empresario no le gustan gordos pero los compra gordos, por si los devuelven.
A los equipos presidenciales les gustan en su tipo pero si no están gordos los rechazan.
A Florito no se sabe cómo le gustan, pero los reseña cuanto más gordos mejor, no vaya a ser que a las 12…
Total, que en la primera corrida de San Isidro se lidiaron 5 toros bravos de Montalvo y uno manso. Pero si el ganadero los hubiera presentado con setenta kilos menos, los bravos y el manso habrían embestido con ritmo, con fijeza, y con mucho, mucho fondo. Pero como tuvieron culatas de carne y morrillos abisontados no dieron el juego que se esperaba. Incluso dos de ellos, sobre todo el primero de la tarde, perdieron las manos al salir del caballo y alguna vez más, lo que encrespó a los toristas, que son gente de cabreo fácil. Pero la plaza en general supo reconocer la voluntad de López-Simón, el gran momento de Daniel Luque con un manso de libro al que menos cargado de romana le habría armado un lío, y premió una entregada labor de Álvaro Lorenzo, cogido y sin teatro, con una merecida oreja. La primera de la feria.
Conclusión de la corrida: Los empresarios de otros espectáculos trabajan para que las cosas salgan bien. Los empresarios para que se las autoricen. Consejo inútil: hay que trabajar más para el público y menos para la policía taurina.