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LA LIDIA A EXAMEN – Presidentes contra la presidencia

Fotos Alberto Simón
Por José Carlos Arévalo

Las corridas de toros son un espectáculo aparte. Por muchas razones. Una de ellas, y no la menos importante, es porque el público decide el resultado. Por lo menos así era el orden democrático de la lidia.

En la plaza de toros hay público de sombra, de sol y sombra, y de sol. Pero en los toros no hay clase alta, media y baja. Los pañuelos son votos y todos valen lo mismo. Los “oles” no son de sol, de sombra o de sol y sombra y las ovaciones tampoco. La plaza de toros es un foro hecho para la unanimidad. Alguna, como Las Ventas, es un tanto esquizofrénica, a veces parece tener dos públicos. Pero cuando el toreo emerge la bipolaridad se evapora, la unanimidad renace, y no hay plaza en el mundo en la que todos los “oles” se fundan con tal fuerza en un solo e inapelable ole. Deberían escucharlo los presidentes para irse orientando sobre el talante con que el graderío acompaña las faenas. En Las Ventas, el “ole” no se equivoca nunca. No hay oles livianos, compasivos o tolerantes. Es un ole tremendo o no es.

Por ejemplo, los oles que acompañaron el toreo de capa y muleta a Uceda Leal a su primer toro tuvieron la misma unanimidad que los pañuelos cuando pidieron inútilmente la oreja para el madrileño. Después de las orejas negadas a Jorge Martínez y Juan Ortega, la tercera oreja negada a Uceda Leal llego a tres conclusiones. La primera es que los presidentes de Las Ventas son militantes de Podemos y quieren cargarse la Feria. La segunda es que están sordos y no escuchan los “oles” o que están cegatos y no ven los pañuelos. Y la tercera es que piensan que en la plaza hay veinte mil gilipollas y un listo. Y por supuesto, los listos son ellos. ¿No será al revés?

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