EntreToros
MADRID – 15ª de feria.
Tres extremeños sobresalientes
por José Carlos Arévalo
Y tres conclusiones: Primera: Tres grandes toreros vencieron a las circunstancias (frio y lluvia), a los toros (mansos de ganaderías bravas) y a la minoría omnipresente del tendido 7 (gritona, faltona y obtusa). Segunda: Los toros mansos de hoy son los toros bravos de ayer. Son mansos que se arrancan de lejos al caballo, reciben un demoledor trastazo en el encuentro y un puyazo disuasorio (hasta cuando les señalan un picotazo les llega la sangre a la pezuña). Y tercera: El tendido 7 ha convertido la seria plaza de Madrid en un coso tabernario ensuciado por gritos proferidos por inquisidores impunes que saben de toros menos que una monja belga.
De modo que toros cinqueños y lindando los 600 kilos fueron abucheados al grito de toros-toros. ¿Y saben ustedes por qué? Porque, muy bien puestos de pitones, no eran cornalones, no tenían esa inarmónica arboladura de algunos cérvidos que por lo visto ahora tiene adornar (en Madrid) la testa de los toros. Corear con repetidos “miau” los lances de un torero a un toro con toda la barba es un insulto a la afición de Madrid. Digo todo esto porque nadie dice esta boca es mía ante la falta de respeto del tendido 7 a la plaza, al toreo y al toro. Lo admito, hay que respetar la libertad de opinión, pero no hay que respetar todas las opiniones.
Pues bien, en medio de un permanente guirigay vimos una interesante corrida de toros. Con una actuación estelar de Miguel Ángel Perera, probablemente el mejor muletero de este tiempo. Profundo en su toreo de mano baja, largo trazo, acompasada y ceñida ligazón, hizo casi dos grandes faenas, interrumpidas en su tramo final porque sus toros no aguantaron un toreo tan exigente, tan de verdad. Pero mató mal. Con ganas, pero mal. Y como en su actuación anterior perdió la Puerta Grande.
También la perdió, y por la misma razón, un Alejandro Talavante pletórico de maestría y arte. Una maestría lúdica que convierte el peligro en juego, y un juego que se convierte en arte. Sus dos faenas, muy por encima de la condición de sus toros, merecían la Puerta Grande. Pero mató mal. Con ganas, pero tan mal como Perera.
El peor lote de la desigualada corrida compuesta por dos de Núñez del Cuvillo y cuatro de Victoriano del Rio, le correspondió a Ginés Marín, que ya había triunfado en este San Isidro y que en esta su última actuación tuvo un mal lote, venció a la nulidad de su primero y a la peligrosidad de su segundo toro. No perdió un ápice de su crédito, de hecho es el mejor torero de su camada, pero habría sido justo que sorteara toros más aptos. Ah, y para no desentonar mató como sus dos paisanos.
Hoy, otro No hay billetes. Y mañana otro buen cartel. Lo malo es que también actúa el 7. Por supuesto, sin jugarse un alamar.