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MADRID – 5ªde feria, ​Cuatro con genio y dos con casta

Fotos Plaza Uno / Alfredo Arevalo

por José Carlos Arévalo

La casta es un comportamiento a veces vinculado a la bravura, y el genio es un comportamiento siempre derivado de la mansedumbre. La casta es ofensiva, generalmente pronta, por tanto, fija -a la fijeza, en el toreo se la llama nobleza-, y enciende la emoción más cabal, la del toreo creativo conjuntado a la bravura. Lo del genio provoca otra emoción, la del peligro que no permite el toreo. Porque la casta es valiente y entrega al torero embestidas completas, pero el genio es cobarde, reflexivo, y  unas veces las acorta y otras las envicia reponiéndolas, arrepintiéndolas. En las ganaderías muy vivaces, como la de José Escolar, ambas son muy violentas. Y la buena y mala emoción están garantizadas.

Todo esto no lo tienen nada claro los aficionados toristas de Madrid. El toro más protestado de Escolar fue un bravo de verdad, noble y encastado. Para empezar tenía dos problemas, era un hermoso cárdeno claro, con unas hechuras perfectas, aunque con solo 509 kilos -gracioso, hace años, cuando un toro alcanzaba los 500, los aficionados decían, vaya tío, media tonelada de toro- y además era bravo de verdad y le chorreaba la clase. Mostró de salida y en el primer tercio un talante sereno. No tardo sino tranquilo, tanto al meter la cara en los engaños como al recibir el castigo de la puya. Y esa serenidad, que al aficionado le anuncia bravura, al torista le mosquea. Pero “Cartelero”, n.º 63, fue de más a mucho más. Con la sangre encendida por las varas, se vino arriba en banderillas y en la muleta su nobleza enclasada se encendió con el fuego de la casta. Gómez del Pilar le hizo una buena y valerosa faena y le cortó una justa oreja. A “Cartelero” le dieron una clamorosa vuelta al ruedo. Y entre los toristas, unos se desdijeron al aplaudir y otros hicieron el ridículo una vez más. El otro toro presuntamente bravo fue el 6º, de nombre “Amado”, con bello y enorme trapío y un peso excesivo, 584 kilos que amordazaron la bravura y la casta que anunciaban sus hechuras. El resto fueron cuatro cabrones con mal genio. Una pena, porque Domingo López Chaves es un buen torero, se despedía de Madrid y merecía otro trato. Como también lo merece Fernando Robleño, torero de finísimo trazo, valor cabal y superior maestría. Pero en el toreo, como en la vida, el sol no sale para todos. Ojalá que a final de mes sortee un “adolfo” con clase. Aunque se lo protesten le armaría un lío.
       

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