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MADRID – Y apareció un torero: Mario Navas

Fotos Plaza 1 / Alfredo Arévalo

por José Carlos Arévalo

Es de Valladolid y se llama Mario. Es torero por nacencia. Y después habrá aprendido a torear. Pero aprender aprenden todos y pocos se libran de la mediocridad. Por supuesto el temple tiene una técnica; el trazo se ensaya y el torero lo incorpora a sus maneras; y el valor innato sirve a ráfagas, no como el valor torero, que dura siempre. Sin embargo, cuando un torero oculta la técnica porque le tiene; no compone su trazo porque compone sin componer; y no vende su valor sino que tan solo le sirve para torear, es que ha nacido para torear.

En la plaza de Madrid hizo mucho viento el domingo pasado. Apenas hubo dos lances de manos bajas, pues los capotes volaban y quebraban las suertes y dislocaban las embestidas. Fue una tarde infernal para las cuadrillas, los matadores y el ganadero. El vendaval confabulado con la casta de los novillos de Fuente Ymbro eran una mezcla. Pero cuando Mario Navas citó con su muleta baja despareció el viento, y como instintivamente se colocaba con perfecta naturalidad en el sitio de torear, y como su trazo conducía la embestida para que su templados y cristalinos muletazos se repitieran, el toreo y su autor triunfaron sobre los elementos. Qué difícil es templar al toro encastado y, a la vez, al viento enoloquecido. Los dominó con la muleta armada por elegantes derechazos, pero con la izquierda ligó los naturales porque obligaba al toro a meter de verdad la cara en el centro del engaño y después remataba su embestida con los vuelos y lo dejaba cuadrado para el siguiente natural y enseguida prenderlo de nuevo, acoplado con cadencia al compás de su muleta. El presidente le robó una oreja mayoritariamente pedida después de que el pucelano hubiera matado a su primer novillo de una estocada. Y perdió la oreja de su segundo, luego de una buena faena, por culpa de una estocada contraria y atravesada y tres descabellos. O sea, que Mario Navas pudo cortar dos orejas y abrir la Puerta Grande. Pero el triunfo que se le escapó no es tan relevante como la impresión de torero caro que causó en Las Ventas.

El resto de la tarde careció de interés, salvo unas templadísimas, lentísimas verónicas de Álvaro Alarcón al quinto de la tarde. El francés Yon Lamothe no dijo nada. Y los novillos de Fuente Ymbro hicieron presentir un buen juego si el viento no hubiera soplado con tanta intensidad y los volanderos capotes no hubieran dislocado las embestidas de los seis cornúpetas en los dos primeros tercios.    

Observaciones al margen de la lidia: 1ª/ Hubo una buena entrada, más de media plaza aparente. Por cada cinco espectadores, cuatro eran jóvenes. 2ª/ El tendido 7 protestó tres novillos, el primero por poca cara, el quinto por agalgado y el sexto porque sí. Y 3ª/ El 7 pitó a Israel de Pedro, que fue derribado en su primer encuentro y despues puso un buen puyazo. También se pitó a Manuel J. Bernal porque su caballo pisó la primera raya. No saben estos exigentes aficionados que la raya se impuso a solicitud de los picadores por el peligro que representa salir a buscar a los medios al toro renuente. De los falsos sabios, líbranos Señor.    

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