Sergio Aguilar se ha retirado. Y me parece escandaloso. ¿Por qué dice adios un torero como la copa de un pino y en plenitud? ¿Porque ve incierto el futuro de la Fiesta o porque no le gusta el (des)orden taurino? La última vez que lo vi fue en el campo. Estaba ilusionado con un novillero valenciano al que preparaba, Miguel Polope, que ese día toreó un toro de Torrealta como si fuera un figurón. Meses después, en un pueblo de la sierra de Madrid, volví a ver al novillero, que me pareció un torero distinto al que llamó mi atención, y Sergio ya no estaba con él. No volví a tener noticia del torero de Vallecas. Luego, me enteré de su inexplicable adios.
A Sergio le conocí cuando Antonio Corbacho, su maestro, estaba fascinado con él. Yo no tanto, hacía un toreo purísimo pero demasiado introvertido. Asombraban su verdad y su trazo, enfriaba su introversión. Su trayectoria novilleril fue dura. Un novillo le troceó la rodilla en Madrid. Pensé que su carrera había terminado. Pero Carlos Peralta, el benefactor de Tauromex, lo envió a Huston (EEUU), creo que a la clínica Mayo, y lo dejaron nuevo. (Paréntesis: los mexicanos cuidan como oro en paño a los novilleros. En exceso, a mi modo de ver. No como los españoles, que los malogran en exceso como si sobraran toreros). El caso es que, entre la hospitalidad mexicana y la dureza de Corbacho, Sergio nunca emprendió el vuelo. Hasta que decidió torear con la capa y banderillear con las “frías”. Entonces, en plena juventud, adquirió el rango de maestro. Eficaz, elegante y sobrio con la capa, banderilleaba como los grandes. Verle torear era un placer añadido al cartel que te había llevado a la plaza. (Paréntesis: cuando Aguilar se entrenaba para ser torero no quería ser matador sino figura de los banderilleros. Lo consiguió).
En los últimos tiempos, mis subalternos predilectos han sido José Antonio Carretero, magistral; Curro Molina, artista de la brega y excepcional rehiletero; y Sergio Aguilar, eficaz y elegante. Que se haya retirado joven y en plenitud resulta enigmático. También me sorprende que nadie haya dicho ni pío.
Don José .