EntreToros
SEVILLA – Talavante, por encima de los trofeos
por José Carlos Arévalo
Las orejas no son goles. Son trofeos que otorga el público con la venia del presidente. En términos generales, el público no suele equivocarse. Es presuntuoso invalidar el acuerdo espontáneo y apasionado entre miles de espectadores con distintos criterios. Pero en ese pecado incurren algunos presidentes de plazas importantes, como el de Bilbao y algunos de Madrid y Sevilla. Por lo visto se debe a su celo por mantener incólume el prestigio de sus plazas. Pero se equivocan, no atienden a lo sucedido en el ruedo, prefieren, puerilmente, salvaguardar la categoría del coso que obedecer al dictamen democrático manifestado por el público. Y hacen el ridículo. Como lo hizo, el martes 25 de abril, el presidente de la plaza de Sevilla al retener el pañuelo para conceder la primera oreja a Talavante y que no hubiera tiempo para otorgar la segunda.
Soy un viejo aficionado, he visto bastantes toros, he visto a Cagancho, a Domingo Ortega, a Pepe Luis, a los Bienvenida, a Luis Miguel, a Ordóñez… Y pienso que no sé de toros, que solo saben de toros los que se ponen delante, los toreros, pero también sé que los aficionados sí podemos discernir cuando un torero traspasa la cima del buen toreo. Y ayer, Alejandro Talavante hizo una faena cenital al quinto toro de Garcigrande. La inspiración fluía y sorprendía la inusitada inventiva de su toreo cambiado. Y la belleza cristalina de su trazo, mecida por un temple angélico, era deslumbrante. Se paladeaba su toreo por naturales y con la derecha, emocionaban sus cambios de mano, sedosos, toreadísimos. Sobresaltaban sus arrucinas improvisadas, sus imprevistos cambios por la espalda. Aquello era una fusión del juego y el arte, la felicidad de jugar con la muerte y vencerla. Porque mató, jugándosela. de una estocada certera que bastó. Y le dieron una orejita. ¡Ay, Maestranza, quién te ve y quién te ha visto!