PAMPLONA – La Palmosilla, 6toros-bravos6

Movilidad fuera de las suertes y embestida dentro de las suertes. Viveza y fijeza. Embestidas profundas y emocionantes. Motor y fondo. Bravos de principio a fin. Salvo el primero, que no combinó sus virtudes y tuvo más casta que nobleza. Fueron alegres y fijos a los caballos, pero empujaron lo justo. Lo justo para no romperse y durar con el mismo son toda la lidia: embistieron con la misma prestancia de salida que a la hora de la estocada, menos el tercero al que Leo Valadez le hizo una faena interminable. Y destacaron el segundo, el quinto y el sexto. Total, una apoteosis de la ganadería gaditana. El mayoral debió salir por la Puerta Grande.

Supongo que al aficionado sesudo le pareció mal tanto triunfo. 7 orejas en cuatro toros, ¡qué vergüenza, puro triunfalismo! Personalmente pienso que debieron ser 4, dos para Rafaelillo, una en cada toro y una para Manuel Escribano y otra para Valadez, en sus dos primeros toros. Pero no recrimino a la señora presidenta. Respetó la voluntad del público soberano, como debe ser. Y el público tuvo razones para entusiasmarse. Vio, por fin, la lidia total, la emoción en los tres tercios, largas cambiadas, quites, algunas varas buenas, espectaculares tercios de banderillas, a veces imperfectos porque es difícil cuadrar en la cara a un obús, faenas de muleta en las que la entrega superó a la calidad y estocadas a ley. En resumen, los toreros lo dieron todo y el público les dio todo. ¿Algo que oponer?

Dicho esto, me quito el sombrero ante Rafaelillo, que le ajustó las cuentas a su fiero primero y terminó toreando con magnífico trazo a su áspero segundo. Siempre he pensado que a este torero, metido en las corridas duras, nos lo hemos perdido en las corridas bravas. El cuarto de la tarde lo cogió porque le dejó abierta una ventana y eso un toro bravo no lo consiente. Magullado, dolorido, heroico, volvió a torear con casta y verdad. Y se lo cargó de una estocada. ¿Algún pero de algún listo? Honor al torero de Murcia, que reaparecía en esta plaza, donde pudo morir en la arena y ha salido por la Puerta Grande con tres orejas en la mano.

Tampoco voy a censurar a Manuel Escribano, que recibió a sus dos toros a porta gayola, los toreó de capa, los banderilleó y los toreó de muleta, sobre todo al quinto, por naturales lentísimos, de mano baja. Y si no le disculpó que no terminara de acoplarse con este toro de bandera, sí comprendo su desconcierto al no percibir del tendido el mismo eco que cuando le ovacionaba un toreo menor. Se mereció la oreja de este toro porque la pidió el público unánimemente.

Me interesó Leo Valadez porque se queda quieto, tiene buen corte, es variado con el capote, y le disculpo que fuera arrollado en banderillas por aquellas tres locomotoras. Pero me interesó porque como es muy joven terminará por cuajar con la muleta al toro bravo. Tiene buenos mimbres.Y todavía sin terminar de hacerse fue capaz de cortar dos orejas en la plaza de Pamplona. No es poco. 

José Carlos Arévalo