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ACTUALIDAD – Preguntas a la reforma de Las Ventas

por José Carlos Arévalo

¿Se pueden ver los planos de la reforma? Además de reponer azulejos y lavarla a cara después casi una década sin que la pegaran un duchazo, ¿en qué consiste dicha reforma? ¿Afecta a la resistencia del edificio, a la seguridad de su cimentación? ¿Por qué con dicha reforma se pierden cerca de cinco mil asientos?

Una gran plaza. Las Ventas es el coso taurino con más servicios culturales de cuantos existen en el llamado planeta de los toros Un importante museo taurino, dos buenas salas de conferencias que también se usan para exposiciones de artes plásticas (la de Antonio Bienvenida y la de Antoñete), una biblioteca excepcional (ampliada recientemente con la biblioteca de Antonio Briones, una de las más completas del mundo), una lujosa sala restaurante (ahora convertida en discoteca) y un fondo videográfico no depositado en la plaza, que guarda las grabaciones de todos los festejos celebrados desde que Manolo Chopera fue empresario de Las Ventas. Y recientemente se ha instalado la mejor librería taurina de España.

Otra cosa es el uso que se hace de tan excelente infraestructura. El museo, de pequeño espacio e importantes obras, no permite al visitante una lectura coherente; la programación de actos culturales suele ser muy mediocre; la biblioteca lleva años fuera de servicio; del riquísimo fondo videográfico nada se sabe, no se usa, no se programan ciclos antológicos (el toreo de capa en Las Ventas, monográficos de grandes toreros, la suerte de varas, las mejores faenas en Las Ventas, la suerte suprema, etc., etc.). Conclusión: Las Ventas, además de ser la plaza más influyente del mundo, debería ser el primer foro cultural del mundo taurino. Mas para eso hace falta otra reforma. Es muy simple, consiste en que el consejo de asuntos taurinos nombre un buen director de cultura.

Servicios a los espectadores. Son correctos pero no suficientes: muy buenos programas de mano a la entrada a la plaza; bares accesibles en torno a los tendidos, con pantallas para seguir el festejo si el espectador ha abandonado el tendido entre toro y toro; ascensores para acceder a gradas, palcos y andanadas; y servicios en buen estado sanitario. 

Una gran plaza anticuada. El Ruedo. La plaza de Madrid se concibió a principio de los años 20 del siglo pasado, de acuerdo con la lidia decimonónica, que exigía un ruedo muy grande debido a las galopadas (huídas) del toro antiguo, a la multitud de toreros en todos los tercios, cuando la bravuconería de aquel toro marcaba más querencias que la bravura actual. Las plazas más modernas tienen, sea cual sea su tamaño, ruedos de menos diámetro, lo que acerca más el toreo al tendido cuando sucede en el otro extremo de la plaza (en La Plaza México se ve mejor en las últimas filas que en la grada de Las Ventas). Hace algunos años, el ganadero y arquitecto Felipe Lafita hizo un gran proyecto de reducción del ruedo de Las Ventas. No sé dónde fue a parar. Ahora podría resolver dos problemas. El taurino, cuyas claves técnicas no es momento de abordar, y la recuperación de los cinco mil asientos perdidos con la reforma en marcha, pues aquel proyecto ganaba cuatro filas al tendido bajo. Realmente no se entiende dicha reducción en la plaza de una ciudad con 3 millones de habitantes y un millón de visitantes todos los fines de semana. Porque si fuera de las dos grandes feria de Madrid la plaza no se llena no es por culpa de la afición ni del público. El problema es de programación.

El Viento: Las Ventas siempre ha sido la plaza del viento, el mayor enemigo del toreo, del torero y, por tanto, del público. El viento es a una plaza de toros lo que el ruido a una sala de conciertos. Para más inri, cuando se abrió el corredor de la M-30, que baña el lado este del coso, tengo la impresión de que se arecentó. Mal lo tiene Las Ventas, como mal lo tenía La Misericordia de Zaragoza cuando el Cierzo amenazaba con levantarla del suelo. Pero allí pusieron un techo corredizo que lo paró y que, mejor aún, no destruyó el carácter taurino de la plaza. Parece ser que aquí también se intentó ponerlo… pero se les cayó a mitad de obra. Impresionante. La alta precisión de la ingeniería actual no ha llegado a Las Ventas, una gran plaza anticuada.

Y ahora me pregunto a mi mismo: ¿A qué viene tan mal café para comentar la reforma de una plaza que sigue siendo la mejor dotada del mundo? Viene a que me cabrea que se dejen siempre para otro día las reformas sustanciales, las que afectan a la lidia, a la brillantez de la corrida. No se crean, no tengo mala uva. Ni siquiera he hablado del desnivel del piso del ruedo, ni de cómo lo agradecerían los ganaderos cuando ven perder las manos a sus toros, o los aficionados, a los que se priva ver torear de salida con el capote. Ni del estado del piso, unos días duro, otros batido. Envidia me dan los del fútbol, con el sofisticado cespez de los estadios, siempre en perfecto estado.

No, no me cebo con mi plaza, en la que me hice aficionado y la que más frecuento. Peor lo tienen en Sevilla, con una biblioteca admirable y secreta, y con un museo que tiene su mejor colección en almacén. Fíjense lo rarito que es el mundo del toro, cuando los maestrantes, con toda la razón taurina de su parte planearon reducir su inmenso ruedo, mis queridos colegas sevillanos se llevaron las manos a la cabeza. ¡Por Dios, no profanar el templo! Desconocían la propia historia de su plaza. Por ejemplo, no tuvo gradas de sol hasta finales del siglo XIX. ¿Quedó tan fea?

Como dijo un día el periodista José María García, “los toros son un espectáculo fascinante dirigido por hombres muy mediocres”. Amén.

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