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ANIMALISMO – La violencia antitaurina

Por José Carlos Arévalo

No entro al trapo de debatir con el militante antitaurino. Lo decidí hace años, cuando José Tomás sufrió una grave cornada en Badajoz. A los pocos días recibí una postal con una foto dramática de dicho percance y un texto en el que un antitaurino (no recuerdo si del partidos animalista) se felicitaba por la cogida del torero. A esta gente, ni agua, no volveré a polemizar con ellos. 

Pero ahí están, agrediendo hace un par de días a unos chavales que toreaban de salón en un parque zaragozano o escribiendo cartas de protesta a la Junta de Andalucía porque el programa “Toros para todos”, de Canal Sur, ha sacado a Marcos Pérez toreando. ¿Y qué pasa ahora? ¿esperan de nosotros, los taurinos, que justifiquemos con argumentos a los chavales que toreaban de salón en un jardín o que defendamos a Enrique Romero por haber grabado el excelente toreo del prodigioso chaval salmantino? No tendría inconveniente en hacerlo si la impugnación viniera de dos bienintencionados laponeses. Pero dar explicaciones al animalismo indígena o a un energúmeno que golpea a un muchacho porque está entrenando es un insulto a la inteligencia de cualquier aficionado.        

Cuando Recesvinto propuso a los españoles (entonces hispanorromanos) que mataran a cuanto torito encontrasen en el camino (por lo visto había muchos), dada su peligrosidad atemorizaba a peregrinos y caminantes, no le hicieron ni caso. Preferían correrlo, quebrarlo, darle fiesta. Cuando Alfonso X recomendó a sus caballeros que se entrenaran jugando al toro, y desaconsejó a villano que no lo hicieran dada su peligrosidad, estos no le hicieron ni caso. Hubo más prohibiciones, una del Papa romano. Pero ni el rey (a la sazón Felipe II) ni los españoles le hicieron caso. Y cuando el bobo de Carlos IV prohibió las corridas de toros, vino José Bonaparte y las autorizó. Y los festejos celebrados en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá tuvieron un cronista joven y a la postre ilustre, Victor Hugo. 

Polemizar con esa progresía cutre que ha perpetrado un proyecto de ley en supuesta defensa de los animales como el presentado a trámite es ponerse a bailar con la más tonta de la verbena. Pero quedarse en casa viéndolas venir, como hacen los taurinos, tampoco es de gente muy despierta. Entretoros va a iniciar de inmediato la exposición de los argumentos en los que se sustenta la ética y la estética de la tauromaquia. Y lo hace para dar servicio al aficionado al que no lo es. Pero a la horda animalista, ni puto caso.

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