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Animalismo

ANIMALISMO – Rosa Montero, la marquesa del santo animalismo

Foto Facebook tortura no es cultura 2017. 5 años mas tarde el partido animalista Pacma no tiene representación parlamentaria en España.

 por José Carlos Arévalo

En el diario El País, donde había un crítico de toros involuntariamente antitaurino, Joaquín Vidal, a quien ha sucedido un crítico miméticamente antitaurino, Antonio Lorca, también hay dos columnistas antitaurinos, Manuel Vicent, que reaparece todos los sanisidros, y Rosa Montero, que presumiblemente va a reaparecer todos los sanfermines. Hoy, la marquesa del santo animalismo ha publicado ¿el primer artículo de la serie?

Ambos, don Manuel y doña Rosa, son buena gente, pues son antitaurinos porque tienen buenos sentimientos. No les gusta la tortura, ni la sangre, ni gozan con el dolor ajeno. Y la marquesa, que es muy tierna, a los becerros los llama bebés. 

De Manuel Vicent, gran escritor, me cuesta creer que la tauromaquia le parezca una horterada, como recuerdo haberle leído. No sé, su antitaurinismo me suena a pose, lo percibo más como el lógico rechazo de lo que no le gusta, pero sin más razones que las de cabrear sus amigos aficionados: Desde hace años me parece que  mantiene la pose y no la enmienda para que no se diga. No sé, es valenciano y me extraña. 

En cuanto a Rosa Montero, como es tan buenista, no quiero refutar el uso que hace de los datos facilitados por las estadísticas del Ministerio de Cultura. Pero voy a comentar alguno. Dice la Montero que ha descendido el número de toreros y de corridas, lo que resulta evidente si comparamos las cifras de diestros en activo y festejos celebrados hace dos décadas durante la bonanza económica que promovió más festejos de los que demandaba el mercado taurino. Pero la comparativa de estos datos resulta menos concluyente si verificamos que en tiempos de El Cordobés, cuando a la Fiesta no le quedaban 30 años de vida, la nómina de toreros era mucho menor que ahora, pero algo mayor que en la Edad de Oro, tiempos de Joselito y Belmonte. Entonces,  la descarriada gente de la cultura de este cruento país –por cierto señora Montero, la guerra civil no estalló porque los españoles fuésemos aficionados a los toros- se acercó con interés y  admiración al hecho taurino. Entre ellos el cruel Ortega y Gasset, que según la escandalizada escritora disfrutaba viendo a los caballos con las tripas al aire.

Señora Montero, no me apetece refutarle todas y cada una de las acusaciones que hace a la tauromaquia, aunque podría desmontarlas, una a una. Sería tan fácil como inútil, usted escribe en El País y yo en este humilde portal taurino, pero créame, además me aburre muchísimo. Sí quiero hacerle una pregunta, ¿piensa usted que quienes admiramos la lidia de un toro, bien toreado y bien matado de una buena estocada, somos unos sádicos partidarios de la tortura? ¿Lo eran nuestros mayores, mis padres, que fueron aficionados, el suyo, que era torero? Lo que no se puede tolerar es llamar, como hace usted, bebé a un becerro, ni a un lechazo, ni a un cochinillo. Ni puede felicitarse de que, desgraciadamente, prepondere el animalismo, esa enfermedad urbana cuya consecuencia, en España, son 25 millones de mascotas viviendo en apartamentos, fuera de su hábitat natural, con sus facultades naturales destruidas, y los veterinarios amigos suyos de AVATMA, supongo que montando clínicas y llevándoselo. El verdadero animalismo está en el campo, lo practican ganaderos que crían, cuidan, sacrifican, se comen y venden sus animales. Y créame, no son gente cruel como usted piensa.  Hacen lo que la comunidad humana ha hecho desde el principio de los tiempos.  

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