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Cultura

CULTURA – La realidad es mejor que los premios y las orejas

Foto Plaza 1/ Alfredo Arévalo

Seamos claros, la apasionante Feria de San Isidro la han liderado El Juli, Morante y Roca Rey (pongan ustedes el orden como prefieran, da lo mismo). Y después Tomás Rufo. Y después Ángel Tellez. Y por eso los mejores seguirán siendo el eje de las ferias. Y además hubo buenas actuaciones, unas valoradas y otras no, pero ninguna aspirante a premio. 

En el toreo la ley la hace el público en la plaza. El ole no lo dirige nadie, ni las ovaciones, ni los pitos, ni las broncas, ni las peticiones de oreja. Pero estas últimas han perdido su valor, ya no jerarquizan lo sucedido en el ruedo, porque los presidentes las conceden según un indescifrable código secreto, siempre más o menos condicionado por la opinión de los talibanes.

¿Para qué sirven los premios? Para conocer mejor al que premia, no para favorecer al premiado. Para intuir influencias y verificar la fuerza de ciertas facciones taurinas, profesionales o de aficionados. Aunque lo dicho es solo una suposición imposible de confirmar, y sumisos, debemos resignarnos a sospechar y acusar a los diferentes jurados, todo lo más, de subjetivos. Pero hay subjetividades afortunadas y otras que escuecen. Estas se compadece mal con la verdad. Aunque no hay que tomarse los premios a pecho. En definitiva, quien premia a los toreros es el público, que llena las plazas cuando se anuncian los verdaderos triunfadores. Y estos son los premiados. Lo demás es pura broma. Tanto en Madrid como en Sevilla, los jurados y los premios huelen a chamusquina

Don Antonio.

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