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El Toreo

EL TOREO – Y de pronto, Juan Ortega, ¡qué raro es el toreo!

FOTOS ARJONA / LANCES DE FUTURO

por José Carlos Arévalo

Resulta que todos estamos locos con la genial –que no la mejor- faena de Morante y con maravilloso toreo de Urdiales, aquella misma tarde en Santander. Y nadie hablaba del tercer espada, Juan Ortega, que ese día no cortó orejas a sus toros, el peor lote de la corrida.
Todos los colegas decían y se desdecían en loor al sevillano de La Puebla y al riojano de Arnedo. Y yo estaba de acuerdo con ellos. Pero no me atreví a decir que a mi quien me había llamado la atención era Ortega. Cuando insinué que no había estado mal, me perdonaron la vida. Y me callé.
No porque me achantara, sino porque lo de los otros dos había sido apabullante y porque, además, era difícil explicar que la imagen que me llevaba de aquella corrida era la del trianero: la armonía de su toreo vertical, el peso de la suerte asentado en la arena, el medio pecho saludando a la embestida, el toreo que se abre lento como la hoja de un libro antiguo, la cintura que se quiebra, los hombros que sostienen la estructura del pase, la muñeca líquida que abre el dique al viaje del toro… No sé, no sé. A veces, cuando menos lo esperas, vas a una plaza y de pronto ves torear, aunque sea en unos breves pases, como tu nunca ves torear, como crees o descubres que es el toreo hecho con perfección y dicho con esa elegancia que en el aire queda. ¡Qué raro es el toreo! Triunfan dos genios de la tauromaquia. Y de pronto, cuando vas camino de casa, resulta que la cuestión es saber por qué aquel pase con la mano izquierda de Juan Ortega es para ti la quintaesencia del arte de torear.

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