Antonio Bienvenida, la esencia del toreo
Para torear con naturalidad ha que tener maestría, y para torear con maestría hay que tener valor. Para torear con arte hay que tener el don, y para estar tocado por el don hay que tener afición. Para tener afición hay que conocer al toro y el toreo, y para conocer al toro y el toreo hay que sentir la embestida como un soplo de vida y muerte.
Sentir el toreo abre la puerta a la razón. Y el toreo se piensa tanto que abre la puerta del don. El torero que tiene el don lo piensa sin pensarlo mientras lo hace sin querer, Dijo Bergamín: Hay toreros que torean bien y lo dicen mal. Los hay que torean mal y lo dicen bien; hay muchos que hacen y dicen bien el toreo. Y hay algunos, pocos, que lo dicen más allá del bien y del mal. Son los toreros que tienen el don.
Antonio Bienvenida era uno de los pocos que hacía y decía el toreo más allá del bien y del mal porque estaba uncido por el don. Cada lance, cada par de banderillas, cada muletazo, era una luminosa revelación. Su toreo fue una Epifanía. Su figura desprendía el halo de la sabiduría torera. Tenía en la mente y en las manos el abismal arte de torear. Y cuando toreaba, en el ole que lo acompañaba cantaba la música sagrada del toreo.
Como muchos toreros, como casi todos los héroes, Antonio tenía dos nombres, Mejías en la calle y Bienvenida en la plaza. Para los aficionados empezó siendo Antoñito Bienvenida y terminaron llamándole don Antonio. Fue un torero esencial.
Antonio Mejías nació en Caracas en junio de 1922. Cien años después, este 2022, se hablará, hablaremos, de Antonio Bienvenida.