EntreToros
FERIA DE SAN ISIDRO – 11ª de abono. Una plaza glacial

Quizá sea porque en la Feria de San Isidro no hay feria en la calle. O porque la gente sale de la oficina y llega a una oficina taurina. O porque el público invitado por los abonados a ocupar sus asientos en las corridas con menos tirón no es un público de toros. O porque la medicina hace tan buenos quites a los toreros que el toreo ha perdido el pathos que siempre tuvo. O porque los toros grandes que ahora se estilan impresionan de salida y su pelea asusta menos. ¡Qué sé yo! El caso es que la gente que hoy medio poblaba Las Ventas estaba fría mientras veía los gigantones toros de Pedraza de Yeltes. Y eso que los toreros les plantaron cara. Pero ni por esas. Claro que los “pedrazas” eran nobles y un punto sosos. Metían la cara con ingenuidad y salían de las suertes mirando a la andanada. Es posible que la frialdad ambiental también se debiera a que la mayoría eran villamelones, correctos acompañantes de una minoría de geómetras que miden la pureza del toreo con una regla y un compás y son un coñazo de tomo y lomo. Mejor me cayeron los venezolanos, sobre todo las espléndidas venezolanas, que creían, ingenuamente, que las corridas de toros son una fiesta.
Dicho esto, vayamos a lo taurino y seamos concretos y muy claros. Los “pedrazas” todos colorados o castaños, menos uno, negro, eran nobles y estaban bien armados, aunque no sabían para qué. Fueron como esos buenos chicos que a los 25 no han conocido mujer, por lo que embestían sin mezcla de mal alguno y aburrían a las ovejas. Por el contrario, los toreros eran tres con hambre de triunfo y el oficio aprendido. López-Chaves pechó con el peor lote y estuvo muy bien. Deberían haberle ovacionado con fuerza. Javier Cortés mereció una oreja de su primer toro, pero no lo vio así la gente. Y con su segundo cumplió, no se le podía exigir otra cosa. Pero el joven venezolano Jesús E. Colomo pudo cambiar la temperatura glacial de la plaza, porque torea bien de capa, pone banderillas con espectacularidad y sabe torear con la muleta. ¿Por qué no lo consiguió? Porque se equivocó de local. Creía estar en una plaza de toros y estaba en un juzgado compuesto por tribunal de geómetras dogmáticos, unos pasantes que pitan cuando los toreros no cumplen las leyes de tráfico y una masa de despistados kafkianos que no saben por qué los han encerrado en el tendido de una plaza.
Lo lamento, todo esto es muy subjetivo, pero es lo que me ha sugerido esta extraña corrida. Pero mi ánimo no decae, mañana viene Roca Rey. ¿Le ganará la partida a los del compás y la regla?








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