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LA COMUNICACIÓN – El diario El País y los toros

El diario El País y los toros

Soy un adicto lector de El País porque su información política y económica es buena (o sea, veraz y bien escrita) y porque me suelo identificar con su ideología socialdemócrata. Su información cultural es solvente, bienintencionada, aunque a veces un poco pelmaza, y su información deportiva me parece magnífica. Pero desde el primer día me encabrona su posicionamiento antitaurino. Por hipócrita, porque nunca fue explícito. Dio sitio al antitaurinismo de ramalazo progre y nombró crítico taurino a un aficionado singular, Joaquín Vidal, escritor con gracejo a quien le gustaban los toreros mediocres y no los toreros buenos, y quien prefería los toros con agresividad defensiva a los toros con bravura ofensiva. O sea, incurría en una perniciosa permuta de valores que declaraba a la Fiesta en situación terminal. Y como además era honrado y atacaba al esthablisment taurino caía bien a ciertos aficionados y a todos los antitaurinos. Tras su muerte le sucedió Antonio Lorca, que también escribe bien, tampoco sabe de toros y, como su predecesor, es un curioso aficionado a los toros antitaurino que cuando defiende a la Fiesta, la destruye. 

Pero al sevillano Antonio Lorca le dan menos espacio que a Joaquín Vidal. Lógico, el periodista cántabro ya había puesto a la tauromaquia donde se merecía. Verbigracia, en un rincón cada vez más chico de su periódico. Si Paquirri era basto, si Manzanares destoreaba, si Capea no templaba, si Ojeda era un torero para la masa, si Dámaso aburría a las ovejas… y así sucesivamente, ¿por qué dar a esa tauromaquia de mierda un sitio que no merece? Además, ¿no la han expulsado más tajantemente las televisiones generalistas de cobertura nacional? De manera que se suprimió la sección taurina en la edición en papel y se la trasvasó a la edición digital, que exige al lector buscar la sección que le interesa, lo que invisibiliza la que no interesa. Más claro: sección taurina solo para taurinos. Total, un gueto. Y por si las moscas, igualmente antitaurina. Se diría que para sacar al aficionado de su error. Por ejemplo, en la actual y triunfal Feria de Abril, Antonio Lorca extrae la conclusión de que la afición sevillana se ha apaletado en connivencia con la tolerancia de los presidentes de la Maestranza, que conceden orejas pueblerinas y regalan puertas del príncipe a troche y moche. Pasmoso. ¿Cuál de ellas fue inmerecida? ¿La de Daniel Luque, que se impuso con maestría y valor a dos toros peligrosísimos? ¿La de Tomás Rufo, que toreó con un temple extraordinario? ¿O la de El Juli, que ha cuajado una de las mejores faenas del siglo? Realmente, no hay en el insólito crítico la menor intención antitaurina, pero sí una sintomática coherencia con la tácita que no explícita posición antitaurina de su periódico. Más preguntas: ¿por qué no se da cobertura a los éxitos de la tauromaquia? ¿por qué no se cubre un espectáculo de masas de acuerdo con su tirón popular: 18 mil festejos populares y más de mil reglados el año anterior a la Pandemia? ¿Por qué un periódico culto no reconoce la aceptación de la tauromaquia como un arte escénico fascinante, el único protagonizado por el hombre y el animal? ¿Por qué su alineamiento con el animalismo subcultural y no con el animalismo cabal, y por qué su complacencia con el ecologismo folklórico y no con el ecologismo científico? Desde luego, su crítico de toros no puede responder a estas cuestiones. Prefiere defender a la tauromaquia que, según sus palabras, corre un inmenso peligro por estas tolerantes Puertas del Príncipe. Es para mear y no echar gota.    

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