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El Sector

LA COMUNICACIÓN – La Temporada 22, entre el optimismo y el pesimismo

Un mar de contradicciones, entre el optimismo y el pesimismo. El optimismo: Hay una larga fila de buenos toreros que están dando tardes brillantes para la Fiesta. Tanto la terna consagrada, los que tiran del carro, Morante de la Puebla, El Juli y Roca Rey, como los toreros del relevo, porque hay relevo, Tomás Rufo, Ángel Tellez y Ginés Marín. Entre los que yo llamo los virtuosos del temple, destaca la fortaleza artística y técnica de Daniel Luque. Los otros dos, Pablo Aguado y Juan Ortega, se están haciendo esperar, pero ya vendrá el verano. Y en cuanto a los veteranos afianzados en la primera fila, Perera, Talavante, Manzanares, pueden pisar el acelerador en cualquier momento. Además, se cuenta con una amplia nómina de muy buenos toreros sin muchas expectativas porque las empresas, sin otros objetivos que el lógico de asegurar aforos decentes, no les dan opción. De cualquier manera, la respuesta de todos ellos a la dificil realidad del toro impuesto por la pandemia, el cinqueño como norma, es encomiable. Si unos y otros no tienen el suficiente tirón como para llenar las plazas, como en Madrid o Sevilla, la culpa es de la incomunicación que padece la Fiesta en los grandes medios. Si un triunfo estelar lo oculta la información y no trasciende, tamaña anomalía no se les puede imputar. Es llana y simple consecuencia de un fracaso cultural transversal, porque las élites dicen tantas memeces sobre la Fiesta como el animalismo analfabeto.

El pesimismo: Hay una realidad desconcertante que caracteriza a la sociedad de masas. Los argumentos no sirven, funciona más la seducción que la razón, la publicidad que la calidad, la apariencia que la verdad. Conclusión: la Fiesta no debe convencer al antitaurino sino seducir a la gente sin prejuicios. Mejor que difundir las demostradas evidencias científicas sobre cómo los mecanismos neuroendocrinos bloquean el dolor del toro durante la lidia, poner una película sobre las últimas faenas de Morante en Sevilla y en Madrid. Mejor que disertar sobre el origen medieval de la cuadrilla de toreros, llevar a un pagano a vivir un día de toros. Y mucho mejor que argumentar el ecosistema del toro de lidia, abrir el campo ganadero y que le gente vea al toro, libre, pasear entre encinas. 

¿Qué hacer?: Los toreros, matadores y sus cuadrillas, lo están haciendo: torear bien. Los ganaderos lo están haciendo: criar toros bravos en las peores condiciones de la historia. ¿Y qué más? Para empezar, yo desdecirme. Porque los estudiosos de la Fiesta ya han trabajado, aunque todavía no se han difundido debidamente sus aportaciones. Y lo que debe hacerse es convocar un Congreso de Estudios de la Tauromaquia. Si el inexistente Congreso se hubiera llevado a cabo y divulgado los debates y estudios aportados, en el Parlamento de México no se hubieran escuchado tan pobres argumentos en defensa de la tauromaquia. Ni se habría dejado solos a los aficionados ecuatorianos, como se va a dejar solos a los aficionados colombianos cuando Gustavo Petro quiera prohibir las corridas de toros. 

El problema de la tauromaquia no es la tauromaquia. El problema es que Roca Rey arme un auténtico alboroto, que salgas de la plaza entusiasmado, que te encuentres con un amigo, le digas ¡cómo ha estado Roca Rey! y te responda ¿y ése quién es? 

El problema es la comunicación. Y si la comunicación además de seducir convence, mejor. Hace falta un congreso, o una mesa o como se lo quiera llamar, de estudios taurinos ya hechos, esclarecedores, guardados e ignorados. Hace falta emprender un diálogo solvente con los medios. Hace falta que la tauromaquia se muestre a todos como es.

José Carlos Arévalo.      

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