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LA EMPRESA – Un año más y sigo sin comprenderte
Por José Carlos Arévalo
Parece ser que los grandes toreros del siglo XIX toreaban muchas tardes en Madrid. Parece ser que no se quemaban, que no estaban obligados a cortar orejas, para empezar porque no se concedían orejas. Pero las cosas debieron de ir cambiando ya que El Guerra era en la década de 1890 el rey del toreo y terminó diciendo: “en Madrid que atoree San Isidro”.
Intuyo que Madrid siempre fue una plaza dura, con ultras como los de ahora, con críticos como “Hache”, que se presentó un día en el desolladero con un notario para que levantara acta del afeitado de los toros, lo que sucedió a principios de siglo, cuando se lidiaba el toro más grande de la historia, aunque menos que el reseñado actualmente en Madrid.
Unos quince años más tarde, cuando Joselito y Belmonte abandonaban por última vez la Plaza de la Carretera de Aragón en medio de una bronca monumental tras matar un flojo encierro de Guadalest, el de Triana le dijo al de Gelves: “José, ya no nos entienden, habrá que venir menos a Madrid”.
Y a fines de los años 20, Ignacio Sánchez-Mejías pronunció la sentencia definitiva: “En Madrid, poquitas y a triunfar”. Conseja que cumplió a rajatabla y que tuvo éxito entre sus colegas contemporáneos y futuros. Todos los toreros que tuvieron o tienen a Joselito como modelo ideológico taurino la han cumplido. Los primeros, José Flores “Camará” y Domingo González “Dominguín”, que hicieron escuela.
La verdad es que tenían razón. Para el torero, Madrid ponía muy difícil el dar y muy fácil el quitar. En los dos casos, por el toro de Madrid y por el público de Madrid. Y si hablo en pasado es porque el toro de Madrid, menos destartalado y con mejores hechuras, se lo encuentran los toreros en bastantes plazas, y el público de Madrid, salvo el reducto del 7, se va pareciendo al resto de los públicos.
Toda esta perorata viene a cuento de que en Madrid la plaza se llena durante un mes seguido en San Isidro y tampoco falla el público en la más corta Feria de Otoño. (¿Qué espectáculo resiste eso? ¿Hay o no hay afición en Madrid?). Hay que reconocer que Plaza 1 ha hecho triunfales ferias de San Isidro y de Otoño, antes y después de la pandemia. Pero como sus antecesores tiene una asignatura pendiente: la temporada. O sea, todos los festejos fuera de feria. ¿Se puede aspirar en Madrid a una buena temporada? Veamos la siguientes premisas:
El aval de la historia: Madrid ha tenido, desde los Reyes Católicos a Felipe VI, cerca de 30 plazas de toros y 6 descansaderos para el ganado de lidia.
El factor demográfico: Madrid tiene 3 millones de habitantes en capital y más o menos los mismos en el resto de la Comunidad, residentes en pueblos taurinísimos. Y una población turística de fin de semana, en torno al millón de visitantes.
La plaza de toros de Las Ventas: menos de 24 mil localidades.
Y ahora una pregunta y su respuesta: ¿Por qué Las Ventas fuera de feria no suele llenar ni un cuarto de plaza? Porque su carteles no interesan a nadie.
Y ahora otra pregunta: ¿Se pueden hacer en Madrid buenos e interesantes carteles fuera de feria, que lleven mucha gente a la plaza? Se puede y se debe.
En Madrid, la potencialidad de la demanda es enorme y la anemia de la oferta, vergonzosa. Manda cojones llamar desafío ganadero a un gache infecto.