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LA SEMANA TAURINA – La Hoja del Lunes (2)

Fotos Plaza 1/ ALFREDO ARÉVALO - ALBERTO SIMON.

Por José Carlos Arévalo

Las Ventas: novilleros acosados por una plaza con dos públicos

El 14 de mayo debutaron en Las Ventas tres muy buenos novilleros, Diego Bastos, Neck Romero y Samuel Navalón. Ofrecieron una destreza notable y unas cualidades artísticas poco habituales en quienes pisan por primera vez el ruedo venteño.

Diego Bastos en una ceñida gaonera

Nek Romero rematando rodilla en tierra

Sorprendió Samuel Navalón en su presentación

Y su capacidad de conectar con el respetable

Así lo apreció la gran mayoría del público, esa afición de Madrid que solo se entrega cuando lo sucedido en la lidia lo merece. Sin embargo, el toreo que refulgió en la arena, no siempre con absoluta perfección, aunque sí muy superior en todo momento a las desiguales prestaciones (siempre perjudicadas por el viento) de utreros con trapío de toro, no obtuvo una adecuada respuesta.

Sexto novillo de la tarde

Provocó las entusiastas ovaciones de casi todos los espectadores y la repulsa desaforada de una cierta minoría predispuesta a la bronca, vanidosamente sabionda y con un ridículo concepto geométrico del toreo. Ridículo porque desconoce las variantes de dicha geometría y cargante porque nada hay más insufrible que la protesta estentórea del que no tiene ni idea.

Nadie se atreve a decir “basta” al grupo talibán de Las Ventas. Ni en los papeles ni en la plaza. Goza de ese respeto indebido que se rinde a los supuestos guardianes de las esencias. Todo el mundo sabe que son un coñazo, pero les asiste el sumiso respeto de ser considerados los salvadores de la Fiesta. Craso error. La historia nos dice que los inquisidores nunca tuvieron razón. La tarde del 14 tampoco la tenían. No tuvieron en cuenta que el viento destemplaba los engaños e impedía torear en el terreno propicio, no supieron valorar cómo novillos prometedores de salida malograban, todos, sus prestaciones tras una suerte de varas que pide a gritos una urgente reforma. Ni se enteraron de la muy buena actuación de los novilleros. Diego Bastos atesora una gran clase que evidenció ante dos novillos deslucidos; Neck Romero (nombre de personaje televisivo y apellido torero) tiene personalidad y valor, pero debe recrear más su trazo; y Samuel Navalón es ya una firme promesa, aunque mata muy mal. 

Conclusiones: Primera, si a tres estupendos debutantes se los trata así, ¿qué pasará cuando lleguen las figuras? Segunda, es de justicia que la empresa repita el mismo cartel en la temporada de novilladas. Y tercera, la plaza de Madrid ya no tiene público, sino públicos, es el único coro esquizofrénico de toda la geografía taurina.

Plaza de Madrid, quién te ha visto y quién te ve.  

Miguel Ángel Perera, gran maestro del toreo

Al toro de hoy, sobre todo al “toro de Madrid”, se le nutre y se le ejercita con la esperanza de que asuma los casi cien kilos más de los que admite su estructura ósea y su capacidad pulmonar. Pero el “toro de Madrid” lo están logrando los ganaderos porque desde hace años son hijos de vacas y sementales que dan volumen y pitones. Algunos han conseguido que ejemplares con romana de cabestro glotón se muevan como utreros vareados. Pero son una excepción. Lo normal es que ese toro de trapío exterior socabe el trapío interior, o sea la bravura. El día de San Isidro lo vimos con la ganadería de El Parralejo. Todos querían embestir porque todos eran bravos. Incluso siendo cinqueños, edad en la que el toro embiste menos. Incluso sufriendo esos puyazos muy traseros que siempre descomponen las embestidas, los seis embistieron con fijeza, con desiguales embestidas, defendiéndose siempre al final de las suertes, y durando poco. Pero embestían. Aunque mal. Triunfaron a las 12 de la mañana y fracasaron a las 7 de la tarde. Y que nadie se queje. Es el toro que ha impuesto el tendido 7, un gordinflón, un fati, una mierda pinchá en un palo. Es el toro-toro que el resto de la plaza también acepta. O sea, ¡viva Florito! Y a callar tocan.

Sexto toro de la tarde lidiado por Alejandro Fermín

Frente a esos animales enormes, viejos y muy armados, Miguel Ángel Perera, que se los dejó crudos, dio dos magistrales lecciones de toreo. Transmutó su inteligencia torera en arte de torear. Era un gran espectáculo su elección de terrenos, su sitio, cruzado o al hilo, según lo pedían los toros, lo mismo que su presentación de la muleta, siempre exacta. Además, el bellísimo trazo de su toreo natural, por naturales y redondos, cadencioso y firme, templado y brillante, rematado con el repajolero mando de una muñeca prodigiosa, hizo rugir un ole cabal. Era la inapelable respuesta a un temple mandón, degustado por el público de mente abierta y sensibilidad sincera, al mismo tiempo que encabronó al talibán analfabeto en tauromaquia.

Derechazo mandón con la muleta plana

Miguel Angel Perera un maestro lidiador

Lástima que la espada le cayera baja en sus dos toros. Demasiado torero para una plaza condicionada por unos cuantos “ultras” bullangueros. Eso sí, parecían muchos pero eran pocos.  Aunque sí los suficientes para que la plaza sea tomada en serio por los aficionados de verdad.

La calidad de la corrida de Victoriano del Rio siembra el desconcierto

Menos a Tomás Rufo, héroe de la tarde

No sé si el ganadero sospechaba el gran juego de sus toros. No sé si los matadores tenían la mente preparada para cuajar faenas a toros de tan excepcional clase. Me temo que al público, acostumbrado tardes tormentosas, le pilló de improviso una bravura de tan alta calidad. Y los a talibanes, que llevaban la faena hecha y protestaron toros como castillos y muy armados y coreaban con un “miau” los lances de recibo. Y luego, cuando los”victorianos” apabullaron con su clase excepcional, se les puso cara de poker.

El héroe de la tarde fue Tomás Rufo, que hizo un toreo de muleta tan templado a su primero que sus muletazos brotan como la música. Un tempo de adagio para un toreo irreal, fuera de la ley gravitatoria. Por supuesto, ni aquel toro tan enclasado podía permitir tanta cadencia. Y la música se transformó en grito por una cogida tremenda de la que el toledadno salió milagrosamente ileso. Magullado y gallardo se encaró con el de Victoriano, ahora con más fibra y menos compás porque el toro, tras la cogida, había cambiado. Le cortó una oreja que debieron ser dos. 

Rufo roto y asentado sobre la mano derecha

Uno de los dos mejores naturales de la tarde

Sus veteranos compañeros estuvieron bien, pero no bien de verdad. Manzanares dio buenos muletazos a su primero aunque no supo construir la faena que pedía el toro. Se le vio a la vez firme y sin sitio. Ambigüedad que confirmó con su buen segundo toro. La verdad, se le fueron los dos. Tampoco terminó de estructurar faenas Castella. Puso más empeño en torear bien que en cuajar al toro. Raro, la suficiencia del que se sabe el triunfador de esta plaza en lo que va de siglo, pudo más en su actitud que su obligación como figura, la de cuajar de cabo a rabo al toro que se lo merece. Eso sí, a su primero, muy informal en los dos primeros tercios, lo llamó al orden con su muleta, el rebelde le obedeció y Castella expuso entonces, con valor, mando y temple, la verdadera lección del maestro. Pero la gente no se dio cuenta, o se dio muy poca cuenta. Decepcionante el público de Madrid.

Advierto que me permito el lujo de cantar las verdades a Las Ventas -lo que no hace nadie- por la simple razón de que soy madrileño, me hice aficionado en sus tendidos, gradas y andanadas y no les paso una a esos “isidros” advenedizos que hoy la ponen en ridículo.           

¿Reinará mañana la coherencia con los santacolomas de La Quinta? Así lo espero.

Perera, el magisterio; de Justo, la pasión

Pues sí, reinó la cordura. Porque no se protestó ningún toro. Se respetó a los de La Quinta, que no eran ni más grandes ni más chicos que los de otras vacadas. Tan solo un poquito, testimonialmente, al sexto que era feo con ganas. Y los aplaudieron en el arrastre, por una razón: eran bravos pero no regalaban sus embestidas. Y eso, que molesta a los toreros, no molesta al toreo. Hizo que la corrida fuera densa de contenidos y permitió a Miguel Ángel Perera exhibir una maestría descomunal. Fue una maravilla verle torear su manso primero (sí, hubo un manso). De inmediato comprendió que cerrado en la contraquerencia no quería coles. Y lo abrió a los medios, donde también reusó el combate. Y lo dejó marchar a chiqueros, su querencia. Y allí lo cerró para que no huyera. Pero, señores aficionados, en la contraquerencia, en los medios y en su querencia lo toreó con mando, cadencia e inteligencia, con una maestría basada en el valor, con el valor que solo otorga la maestría. En su segundo, bravo pero que duró poco, estuvo cumbre. El toro mostraba una bravura agresiva, pero veía mucho (al torero) y lo buscaba en el embroque a pesar de que Perera le tapaba el mundo con los vuelos del engaño. La faena tuvo contenido. Fue un pleito emocionante entre la inteligencia y la furía. Fue una victoria de la razón sobre el peligro, que metió al público dentro del toreo, que le devolvió su identidad de coro taurino sabio. Fue, la de Perera, una tarde de Puerta Grande. La perdió por culpa de la espada.

Momento cumbre de Perera

20 años de alternativa y una temporada para seguirle

Y por la misma razón también la perdió Emilio de Justo después de una faena que puso al rojo vivo la plaza de Las Ventas. Pero la faena tuvo dos partes. En la primera, la listeza peligrosa del toro se imponía al valor desconcertado del torero. Desconcertado pero no rendido. Todo lo contrario, la entrega del torero multiplicó la emoción y el temor, y el torero respondió con más valor todavía. Y el toro le echó mano. Y la plaza se convirtió en grito. Y Emilio salió del trance iluminado. Con un valor más torero, superior a la listeza del toro. Hubo entonces tanta verdad en su muleta que el toro, sin dejar de embestir, se rindió. Una maravilla celebrada por el torero con una colocación sobrada y gallarda en los cites que le permitió desmayar su muleta, acariciar la aviesa embestida, perfumar la plaza con la más pura esencia del temple. Mató de una estocada entera que no debió interesar ningún órgano vital. Porque necesitó el descabello y Emilio marró repetidamente. Fue lastimoso que un trabajo de matarife, pues no exige toreo alguno, castigara el hermoso toreo de Emilio de Justo.

Faena épica de Emilio de Justo

Con una segunda parte de toreo con mas relajo y abandono

Primera observación: Tanto el cacereño en este quinto toro, como el pacense en el cuarto, debieron recibir un premio solicitado por la plaza entera. Pero los presidentes tienen un criterio tan firme que incluso los lleva a incumplir el reglamento.          

Segunda observación: Ese buen torero que es Ginés Marín no estuvo en Madrid. A Las Ventas vino su sombra. El torero se quedó en casa.

Tercera observación: Cuando el tendido 7 se inhibe, Las Ventas recupera su alma. Corridas tan densas de contenido solo se pueden ver en Madrid.

Última observación: La Quinta, santacolomeña, parece un nuevo encaste. Tan asaltillado como los míticos Buendías, pero distinto en su tipo y en su encornadura. Con más trapío que sus ancestros y de más armónicas hechuras que los “albaserradas”. Álvaro Martínez Conradi ha creado su toro. Enhorabuena, ganadero. 

Periquito, quinto toro, lidiado por Emilio de Justo

Pablo Hermoso de Mendoza se despide de Madrid

Pablo I de Navarra conquistó todas las regiones taurinas de España y Portugal. Y las de América, en todas sus plazas (supongo) de los cinco países que allí dan toros. Y nos conquistó a todos los aficionados a la lidia de a pie, porque además de hacer la suerte (clavar) con pureza, al salir vaciaba la embestida haciéndonos ver el último tramo del viaje del toro. O sea, que su toreo a caballo también cumplía los tres tiempos que el toreo a pie exige a la embestida: cite, reunión y remate.  Y no solo hacía este tercer tiempo en una salida de la suerte que no era tal, pues la dilataba llevándose al toro prendido, acompasado a la grupa del caballo, como si aquella carrera templada, luego toreada, fuese un interminable muletazo. 

Y Madrid se despidió del maestro Pablo Hermoso de Mendoza

Además, Pablo fue al rejoneo lo que Ojeda al toreo de muleta cuando su conjunción de centauro con el caballo “Cagancho” rompió los terrenos del jinete y del toro. Como Ojeda a pie, Pablo toreó a caballo dentro del toro, al que obligaba a embestidas inverosímiles, redondas, conducidas del pecho a la grupa del equino. Y lo fantástico de aquel toreo insospechado, que rompió la clásica geometría del arte de Marialva, era que el genial rejoneador lo hacía con una doma suave, abierta, sin esclavizar al caballo, sin castigarlo. Y es que el de Estella consiguió que todas sus monturas fueran una prolongación de sí mismo, de su inspiración, de sus osadías. Nadie ha respetado más al caballo, paradigma de la identificación del hombre y el animal, que Pablo Hermoso de Mendoza, el rejoneador que hoy, 18 de mayo, dice adiós a Madrid en un contexto del rejoneo absolutamente distinto al de sus comienzos, cuando aún el toro para rejones pertenecía a toda clase de ganaderías, incluso las más duras, las que tenían difícil lidiar en corridas de a pie, el toro con el que se las vieron los 4 Jinetes de la Apoteosis, el maestro Vidrié, el monstruo Moura,  el bravío Ginés Cartagena, el torerísimo Fermín hijo y, claro que sí, el joven Pablo Hermoso de Mendoza.

El maestro en el embroque de una banderilla

Templando la embestida a caballo.

Puerta grande de Guillermo Hermoso

Pero el rejoneo ha cambiado, se torea mejor que nunca… al toro colaborador de Murube. Exacto, al toro que no es un oponente, el enemigo, ese toro que daría seriedad y verdadera emoción al toreo a caballo, el toro que no se mataba a la media vuelta, haciendo una degradante noria cuando ya está muerto de pie. De manera que la corrida en la que se ha retirado el rejoneador navarro yo la he vivido con una emoción retrospectiva, pensando en “Cagancho”, en “Chicuelo”, en “Gallo”, añorando aquellos tiempos de verdad, una emoción que hoy reviviría si los hijos de Pablo y Leonardo, los dos rejoneadores que me interesan, decidieran jugar la partida de verdad y se olvidaran tantito, como dicen en México, de los toros que antaño fueron magníficos y hoy son “murubes” de mermelada. Las cosas como son.

Gloria, pues, el histórico rejoneador. Pero cómo me aburrí el día de su despedida madrileña. No sabía si estaba en los toros o en unos juegos florales o en una fiesta de fin de curso, con papás y mamás en los tendidos. Las cosas como son.       

La emoción del toro involucionado, la sorpresa del “miura” bravo

y un buen torero, Juan de Castilla

Cuando abrió plaza el primer toro pensé en el toro decimonónico. Pues a pesar de sus armónicas hechuras y sus grandes pero elegantes defensas, en nada parecidas al descoyuntado trapío de aquellos toros altos y desigualados que nos muestran las láminas de la Lidia, muchos cuadros y algunas fotos, el de Miura era alto, veía a los toreros desde arriba y actuaba en consecuencia. Sinceramente, no me gusta el toro que no ha evolucionado su morfología a la par que su bravura. Porque al seleccionarla el ganadero sucedió que el toro fue acortando sus remos, mejorando su cuello, potenciando su morrillo y fortaleciendo su tercio trasero. En suma, esas hechuras que anuncian bravura.

Pero sucede que los Miura de hoy, como los de antaño, son buenos ganaderos. No solo por la firme fidelidad a su encaste (Miura no es una ganadería, es un encaste sin ninguna ganadería emparentada, un encaste solitario), sino porque sus toros son prontos y cumplen en varas. Y porque (algunos) embisten, cada día más, con fijeza a la muleta. ¿Cómo habrían embestido casi todos los toros lidiados el 19 de mayo, en Madrid, de haber tenido fuerza? Habrían deparado a los toreros embestidas fijas y completas. En todo caso tengo la impresión de que asistimos al inicio de una nueva fase: la del “miura” que embiste.

Infractor, lidiado segundo por Juan de Castilla

Entre los toreros me gustó Juan de Castilla. Dio muletazos largos, completos y ligados a dos “miuras” tremendos. Frente al peligro respondió con firmeza, destreza y valor. Se entregó y ni se despeinó. Y por la mañana había matado un toro de Prieto de la Cal, en Vic-Fezensac. A este torero hay que darle cuartel. En estos difíciles momentos para el futuro de la tauromaquia en Colombia, se necesita una nueva figura colombiana. Y Juan de Castilla puede serlo.

Tarde importante del torero colombiano

Aquí hay un torero que denota que le ha llegado su momento

Rafaelillo no tuvo suerte en el sorteo y pasó el trago con dignidad. Y el venezolano estuvo firme con un lote difícil. Protagonizó uno de los tercios de banderillas más puros y meritorios de los que hay recuerdo, clavando en el centro del balcón a un toro que se tapaba con la testuz por las nubes y que le buscaba la yugular. Los del 7, como siempre, protestaron la gesta e hicieron, una vez más, el ridículo.

El mayo taurino ya está embalado.        

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