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LA SEMANA TAURINA – Los premios de la ATP: otra dimensión

Por José Carlos Arévalo

Hay premios y premios. Los dan diputaciones, ayuntamientos, peñas taurinas, a los toreros y ganaderos triunfadores de las ferias. Radio Nacional da otros a los líderes de la temporada. Pero hay unos premios distintos a todos los demás. Los concede el Senado de España a personalidades de la tauromaquia que son ya parte de la historia del toreo, o a grandes personajes que desde distintas áreas de la cultura han abordado la temática taurina con miradas que desbordan lo estrictamente taurómaco. Son autores de obras plásticas, musicales, filosóficas, antropológicas, que realzan la importancia mítica, etológica, artística del hecho taurino.

Decir que las corridas de toros son un hecho cultural de gran relevancia es evidente, un tópico que carece de interés. Pero argumentarlo, pintarlo, desentrañarlo a través del pensamiento, de la literatura, de la política, de la ecología fortalece a la Fiesta en una coyuntura como la actual, caracterizada por un asedio tan buenista como falaz, el de un animalismo pueril, que se ha extendido como una plaga en la subcultura que asola a la sociedad urbana. 

Por eso, lo que sucedió el pasado día 19 en el salón de los pasos perdidos del Senado fue algo más que una entrega de premios. Era una reunión de buenos e inteligentes aficionados que sabían hablar de toros. Lo advirtieron los aficionados, políticos y taurinos que llenaron la sala desde que Pio García Escudero abrió el acto y dio paso a Miguel Cid Cebrián, presidente de la ATP, cuyo discurso, tan cordial como cabal, transmitió que los premios estaban fundados en la labor que cada destinatario había hecho por la Fiesta. Así, las palabras de Javier Arenas dedicadas al gran aficionado que fue Juan Manuel Albendea estaban impregnadas de sentimiento, decían lo que un aficionado no puede decir cara a cara a otro aficionado al que admira y ahora lo testimonia públicamente. A mi entender tuvieron enjundia las intervenciones de Carmen Calvo, que entregó el premio a la Real Maestranza de Sevilla; las de Javier Marqués, a Ignacio Fracua, director de Canal Toros de Movistar+; y la de Pío García Escudero a Paco Ojeda. La de Calvo, que distinguió el mérito de la Maestranza por haber continuado su labor filantrópica durante los dos años de pandemia, sin ingreso alguno, y sobre todo porque puso en valor lo que esta Institución ha significado para la historia de la tauromaquia: el toreo no sería lo que es sin una labor protectora que empezó con los orígenes de la lidia; la de Marqués puso de relieve que sin Canal Toros, las corridas habrían desparecido en su totalidad durante la pandemia; y la de García Escudero fue memorable: demostró con su análisis la trascendencia de la aportación de Paco Ojeda a la evolución del toreo. Su sencillo pero profundo conocimiento de la técnica del arte de torear fue apabullante. Y el maestro e Sanlucar puso la guinda final. Reflexionó sobre el dilema entre pisar los terrenos del toro o que el toro pise los terrenos del torero. Y dejó para otra ocasión explicar cómo él consiguió lo segundo.

Actos como el de la Asociación Taurina Parlamentaria son reconfortantes. Confirman que, aunque atacada, la tauromaquia no está sola.        

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