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Editorial

EDITORIAL – En torno a Morante de la Puebla

El arte de Morante plantea varias cuestiones. ¿Es el suyo un toreo étnico? Por supuesto, hace un toreo sevillano. Y, de inmediato debemos cuestionarnos qué es el toreo sevillano. Una rápida respuesta sería: luz en el trazo, temple asolerado, gracia en el vuelo de los engaños, elegante naturalidad ante el peligro. O sea, tópicos útiles con los que nos entendemos los aficionados. Más allá del tópico y del toreo habría que preguntarse si hay una idiosincrasia estética sevillana, manifiesta tanto en las artes populares como en sus grandes autores, y en caso afirmativo, definirla. Pero con ese toro no pretenden lidiar estas líneas.  Y sin embargo, no hay temor a equivocarse: Morante torea por Sevilla.

En el marco del toreo sevillano, ¿dónde situamos a Morante? ¿Junto a los Vázquez que componen sin componer y la suerte les brota cuando se encuentran con la embestida, o junto a los trianeros, a los cameros y aljarafeños que la anuncian desde un cite que ya torea? Podríamos convenir que ambos conceptos los provoca el toro, el toro despierto y pronto o el pensativo y cargado de romana. Y entonces, surge otra pregunta: ¿por qué Morante canta por los dos palos?

El de la Puebla está encasillado, obviamente, como torero artista. Pero, ¿en qué casilla lo metemos? ¿En la del artísta que necesita “su toro” o en la del maestro que lo descubre? Evidentemente, en la segunda. Y la respuesta, como siempre, la da el toro. Los llamados toreros de época son los que mejor se entienden con el toro de su tiempo. Y el de nuestros días se parece al de la Edad de Plata, más noble y bravo, pero menos incierto y mucho más quebrantado en varas. Por dos razones. Una, el actual caballo grande, pesado, demoledor en connivencia con una puya más destructora por la estructura de su pirámide triangular y el tope del encordado, que impone un insistente recargo al varilarguero e incide negativamente en la embestida . Y otra, el toro de hoy, que es más bravo, se entrega más y se desfonda más. Pero Morante se los deja un pelín crudos y sus picadores son buenos. Lo hace por coherencia, porque es un sabio lidiador. Y como sabe torear, está seguro de resolver las incertidumbres que plantea el toro acutal, por lo común cinqueño, muy cargado de carnes, algo más parado y reflexivo. Su toreo no brota como por encanto, como acontece con el toro que regala sus embestidas. Sus cites son preguntas, sabias preguntas que o bien reclaman la respuesta previsible del toro o bien son pruebas que apuestan ante las reacciones del toro incierto o no definido. Por eso, el toreo morantista se parece a la faena dialogada de los años 30, aunque incorpora, naturalmente, los tres tiempos de la faena manoletista, y su centro siempre se asienta en la intensidad del toreo ligado en redondo.

Hay un cierto sincretismo en la tauromaquia morantiana. Podríamos llamarlo cultura taurina. Y no se limita a la recuperación de suertes antiguas, ni a recursos técnicos que convierte en adornos, pues no solo torea con arte, también lidia con arte. Sus decires del toreo acoplan toques y suertes gallistas –don Fernando, Rafael, José-, juegos de muñeca aflamencados que transforma en toreo, andares orteguistas que reducen y templan la fiereza, invenciones improvisadas a embestidas insuficientes. Morante es dueño de un cante largo, con un lejano perfume bienvenidista, pellizcos agitanados y hondura trianera: muletazos profundos de origen belmontino. Tiene, además, la sinceridad del gitano decepcionado: le entristece el toro torpón y lo despacha sin contemplaciones. Se podría decir que es un intérprete “cuchichí”, cruce de gitano y andaluz. Y se puede afirmar que es un torero de época… de muchas épocas. Todas ellas habitan su acervo taurino, su largo repertorio. En la nuestra, con la tauromaquia tan socialmente secuestrada, es, para algunos, un torero de culto. A mi modo de ver se quedan cortos, pues ahota todos los toreros buenos, desconocidos en la calle, son de culto. Y por fin, la última pregunta: ¿No ha roto Morante la barrera del silencio, aunque los grandes medios de comunicación silencian sus obras de arte, cumbres del toreo de todos los tiempos?

JCA

* Sobre el Morante apoderado de sí mismo, la próxima semana.

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