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ACTUALIDAD – ¿Ganaderos contra el Batán?

por José Carlos Arévalo

De una existencia agreste, alejado de los humanos, tan solo vigilado por pocas personas, el ganadero, el mayoral y los vaqueros, ocasionalmente el veterinario, la vida del toro de lidia cambia diametralmente desde su embarque. Embarque, cajón, viaje, desembarque, corrales extraños, disparan su estrés hasta extremos impensables. No bebe, no come, no se rehace. Solo el pinchazo de la divisa consigue rebajar su tensión antes de salir al ruedo.

Los antiguos no tenían ese problema. Desde la ganadería a la plaza, los toros viajaban al paso por las cañadas. Y no obstante, al llegar a su destino les esperaba un descansadero, donde se reponían del viaje y cuando los volvían a embarcar, el estrés era mucho menor, ya sabían de que iba la vaina y salían al ruedo con sus prestaciones liberadas de de agudas tensiones, esas que violentan y destemplan e incluso complican la embestida del toro bravo más propicio. 

El descansadero es un complemento imprescindible para la plaza de toros. Madrid, desde hace cinco siglos ha tenido seis descansaderos. Cuando se inició el transporte de los toros por ferrocarril desapareció el último en el siglo XIX. Pero en 1950, la alcaldía de Madrid creó la Venta del Batán, donde los toros de la Feria de San Isidro descasaban al menos durante una semana antes de ser lidiados, porque bebían y terminaban por comer. Y la proporción de toros que daban juego era mayor. Como en Sevilla en la añorada Venta de Antequera. Como actualmente sucede en las principales ferias de Francia, donde embisten más toros que en España por esa razón.     

¿Por qué se niegan algunos ganaderos a que sus toros se repongan en el Batán? Presumo que por un solo motivo. Por los listos que en Madrid pregonan algunas ganaderías (generalmente las que embisten) y en el Batán tienen tiempo de anotar números y boicotear toros (generalmente de buenas hechuras) y de perdonar y ensalzar toros muchas veces mal presentadas de ganaderías que no embisten o embisten poco. Mandan mucho pero mandan mal estos aficionados. Y obedecen mucho, aunque lo niegan, presidentes y veterinarios. Y por ese juicio y condena previos no quieren pasar algunos ganaderos. Es comprensible.  

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