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ACTUALIDAD – Roca Rey y la corrida aburrida

Foto Alberto Simón

por José Carlos Arévalo

Estas líneas no son una crítica de toros. Componen un breve artículo provocado por la corrida aburridísima que vi en Colmenar viejo el pasado 29 de agosto, y también por Roca Rey, un portentoso torero, detestado por aficionados que se lo montan de exquisitos y muy valorado por el público sin prejuicios, esa gente que no sabe pero siente el toreo y que no se equivoca nunca.

Las claves de la corrida aburrida son dos. La primera afecta al toro, porque es muy noble, siempre responde al toque, siempre mete la cara en el engaño. Y eso quita incertidumbre al cite y desactiva la emoción. Luego puede embestir fijo, de principio a fin, como bravo, y como manso puede defenderse, acortar sus embestidas con genio, calamochear, escarbar, derrotar una vez pasado el embroque. Pero todos los toros, mansos o bravos, son nobles. Como los mansos de Zacarías Moreno en Colmenar.

De la segunda clave hago responsable a la lidia actual, desequilibrada en contra del toro por culpa de un caballo poderoso, bien domado para picar, con un  peso desmesurado y la alzada de un autobús de dos pisos, lo que desprestigia hasta a un torazo de Cuadri con 600 kilos. Conclusión: un puyazo, ningún quite (abolido el toreo de capa), un tercio necesario para la lidia y un puro trámite para el espectáculo.

¿Es el toro responsable de esta decadencia del primer tercio por su supuesta falta de fuerza y casta? Todo aficionado sabe que seis erales flacos, comidos de campo, acababan con la cuadra de la plaza de Madrid si los picaran desde un caballo sin peto. ¿Quién ha desequilibrado la lidia en contra del toro? ¿Quién o qué le ha quitado importancia, ocultando su poder letal, precisamente cuando está más saneado y mejor nutrido que nunca? El torero y su absoluta inhibición ante los cambios reglamentarios o incontrolados que han sufrido el toro de lidia y el caballo de picar en los últimos 50 años.  

Con la práctica autoexclusión del tercio de varas, soporte del toreo de capa, no acaba la cosa: el tercio de banderillas, el mismo centro de la corrida, también se ha excluido como acto brillante de la lidia. Es, al igual que la suerte de varas, necesario para equilibrar el comportamiento del toro, pero no enriquece, salvo excepciones, artísticamente la lidia en manos impelidos a no lucirse en demasía. ¿Quién convenció a los matadores de que banderillear no es propio del buen torero? ¿Es que acaso se reservan para no desfondarse en las larguísimas, buenas o malas, faenas de muleta? La cuestión no se puede resolver en unas pocas líneas. El invierno es largo y tiempo habrá de abordar con la precisión las causas por las que un espectáculo dividido en tres tercios se ,ha reducido a uno solo precedido por dos trámites irrelevantes.

Resultado: la corrida de toros actual, con el toro mejor presentado, mejor comido y más bravo que recuerda quien suscribe, y con un buen elenco de toreros y tres o cuatro fuera de lo común, está falta de dinamismo, variedad y emoción en los dos primeros tercios, y es aburrida, previsible y repetitiva durante toda la lidia. ¿Por qué vamos entonces a los toros? Porque, a pesar de lo dicho, en bastantes ocasiones se ve torear muy bien, sobre todo de muleta. Por ejemplo, a Roca Rey, hoy el líder del toreo. Mas para cabrear a los presuntos exquisitos me niego a descifrarles cómo es este torero. Además me crispa argumentar lo evidente. Solo diré que en el actual momento de lidia aburrida, el peruano no aburre. Con el mismo toro que torean los demás e inmerso en la misma encorsetada y deforme lidia actual, emociona y conmociona. Y como su toreo accesorio deslumbra y su toreo fundamental funde la pureza del trazo con un relámpago trágico, la clave sublime del arte de torear. Y por eso ha liderado esta temporada de cabo a rabo.       

  

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