Actualidad
MADRID – 14ª de feria. El desprecio a la bravura.
por José Carlos Arévalo
El toro se llamaba “Frasquito”, estuvo herrado con el n.º 55 en noviembre de 2018, pesaba 547 kilos, era negro salpicado, y fue el toro bravo por antonomasia. Salió del toril engollipado, miraba a los toreros por encima de la esclavina y al mundo por encima de la barrera. Y como tenía mucha movilidad nos temimos lo peor. Pero cuando Manzanares le presentó su capote la movilidad se transformó en embestida. Expectación entre los aficionados, porque además se fue al relance, de lejos, como una bala al caballo. El choquetazo fue de aupa, su romaneo, largo y codicioso. Pero lo que no advertimos es aque del encontronazo salió dañado ósea o muscularmente, porque se resintió para satisfacción del tendido 7, que protestó como si les hubieran violado a la hermana, mientras los aficionados nos fijábamos en que al salir del primer puyazo le llegaba la sangre a la pezuña. Eso que le pasaba rara vez a los toros en tiempos de los tres puyazos… y cuando llegaban a la muleta. ¿En qué ha cambiado la suerte de varas para que estúpida e innecesaria sangría, antaño ocasional, se haya convertido ahora en norma? Eso ni se lo preguntan los fisioterapeutas del 7, a los que esa condición excepcional llamada bravura les trae al pairo. En efecto, “Frasquito” se había lesionado en la lidia, y en todo caso su bravura luchaba y ganaba la partida a su dolencia. De modo que los aficionados huímos del ruido y vimos que el toro seguía siendo pronto, que galopaba con clase, que iba en rectitud y alegre a reunirse con el banderillero, que perseguía imantado al capote que lo bregaba. Y hacía todo eso mientras arreciaban las protestas y los insultos al Palco. Por supuesto, los aficionados nos volvimos sordos y aunque dolidos al comprobar que en la plaza de Madrid para una parte del público la bravura es algo que se debe mandar al destazadero sin ni siquiera catarla. Por fortuna, Manzanares no pensaba como el 7 y se puso a torear al bravo, pronto, enclasado toro de Valdefresno, y toreó a su elegante bravura con más elegancia todavía. Su toreo ligado por derechazos tuvo temple y tempo, es decir ritmo y compás, y su toreo con la mano izquierda, la señorial embriaguez del toreo de su señor padre.Y más, a la majeza de su figura añadió el imprudente olvido de la merma física del toro y remataba los naturales con los vuelos como si a su elegancia apolínea la venciera una venenosa pasión dionisíaca, algo que nunca había visto al hijo del maestro. Pero todo esto son mariconadas para los inquisidores del 7. Y si Manzanares llega a matar a la primera, el presidente habría tenido un problema. Porque el resto de la plaza habría pedido la oreja.
Me he extendido en el primer toro de la tarde porque en estos comentarios isidriles, que no son ni críticas ni crónicas, procuro extenderme algo más en lo que de diferente tiene cada tarde. Por eso, ahora solo dedico un par de líneas al resto de la corrida. Emilio de Justo gustó a la plaza y al 7, pero estuvo por debajo de sus dos toros. Y Andrés Roca Rey gustó a la plaza pero no al 7 y estuvo muy por encima de sus dos toros.