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SEMANA TAURINA – San Isidro. Apuntes críticos (V)

El cinqueño

La frase “el toro de cinco y el torero de veinticinco” está equivocada. Debería haber dicho, “el toro de cinco y el torero de cincuenta y cinco”. De cualquier manera, el paradigma no sirve. No se pueden equiparar las edades del toro y del hombre. Vale, si por azar coinciden los 5 de uno con los 25 del otro, como es el caso de Roca Rey. Pero también podría valer para los 42 de Morante, que ha disfrutado con unos cuantos cinqueños, y valdría con Enrique Ponce, reciente cincuentón. Y puede valer o no valer para todos o ningún torero.  A veces triunfan los asertos mas desafortunados.

Según los veterinarios expertos en el toro de lidia, su organismo termina la fase de desarrollo a los cuatro años. Y a partir de dicha edad empieza su lenta decadencia biológica. Del dato no se puede establecer una ley universal que apruebe o descalifique el comportamiento del cinqueño. Como en todas las especies, las variables son muchas. Pero hay factores incontrovertibles, que no admiten discusión. Me decía el veterinario Julio Fernández, autor de un libro clarividente, “Descubriendo al Toro de Lidia”, de obligada lectura para todo aficionado cabal, que la dopamina es un neurotransmisor que activa la conducta motora del animal, estimula su acción, en el caso del toro su combatividad, su emotividad y, cuando es bravo, su bravura. Y aclaraba que la potencia de dicho neurotransmisor empieza a decaer a partir de sus cuatro años de edad. Esta confidencia del científico, que yo he traducido libremente al cristiano, explica el moroso juego de bastantes toros en la presente feria de San Isidro.  

Es evidente que la proliferación actual del cinqueño, onerosa para el ganadero pues implica un año más de nutrición, se debe a la cantidad de toros sobrantes provocada por la pandemia del coronavirus, pero convertida en norma por la plaza de Las Ventas, despierta la añoranza por el juego más vibrante del cuatreño. 

El infundado prestigio del toro viejo es un prejuicio más del torismo primario. El toreo es un arte de juventud y la bravura, un comportamiento del toro en su plenitud biológica.  

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