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El Torero

NOVILLEROS – Sin «novedad»

Hace tiempo, unos cuarenta o cincuenta años, los aficionados nos sabíamos el escalafón novilleril de cabo a rabo. De los novilleros escribían los periódicos y hablaban las radios. La Hoja del Lunes de Madrid reseñaba incluso las novilladas sin picadores. Cuando debutaba uno precedido de “rumores” no solía sorprendernos, lo habíamos visto torear en nuestra mente leyendo la prensa diaria o las revistas taurinas y escuchando la radio.

Muchas eran entonces las plazas que lanzaban novilleros. La más activa fue Barcelona, Sevilla lanzaba “novedades” de buen corte, Valencia era el paso siguiente, o Zaragoza, y Bilbao lanzaba a los novilleros en el norte. En Madrid, Vista Alegre los ponía a circular y, llegados de todas partes, los novilleros-novedad se consagraban o se hundían en Las Ventas.

Ser “novedad” fue en el pasado una categoría taurina. Porque a sus valores intrínsecos sumaba el joven espada un atractivo adicional: ser novedad, deparar al aficionado la ilusión de descubrir un nuevo torero, paladear –si llegaba el caso- nuevas formas de torear, sorprenderse con personalidades diferentes, degustar la renovación de la tauromaquia, algo que para irritación de pesimistas se ha cumplido de manera infalible desde la fundación de la lidia.

Es más, para los diestros recién doctorados, adicionar a su tirón taquillero el hecho de ser novedad era garantía más que suficiente para verse anunciados en los mejores carteles… Pero ese tiempo pasó. Y hoy sucede todo lo contrario. Por muy bueno que sea el toricantano, su bisoñez se convierte en rémora. Nadie conoce su nombre y de él nadie sabe nada. Y eso, por una sola razón: en los periódicos apenas se escribe de toros; en las emisoras de radio, con suerte los programas de información taurina se emiten en horarios imposibles, de madrugada y así; en la televisiones –ahora el medio-rey- la tauromaquia ha sido expulsada de la información.  A los aficionados solo les queda el gueto de las redes, o un canal TV de pago: solo para suscriptores.. Millonarios en visitas son los portales taurinos y una buena nómina de suscriptores debe de tener Canal Toros de Movistar +, pero de insuficiente efecto en la taquilla: a los portales y al canal de pago solo acuden  los aficionados, la minoría que configura la identidad de las plazas pero que no las llena. Las llena el público, ése que sin saber de toros sabía lo que pasaba en la Fiesta y no fallaba ante el torero-novedad.

La novillada está crisis porque la tauromaquia ha sido marginada informativamente desde que empezó el siglo. ¿Por qué? He aquí la gran pregunta.

Próxima entrega: Novilleros desconocidos y prometedores.

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