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El Torero

TOREROS DEL 23

Fotos Arjona/Lances de Futuro/Pagés

por José Carlos Arévalo

Los toreros que Sevilla hace suyos, Madrid los hace suyos. Unas veces se anticipa Madrid y otras Sevilla va por delante. A Curro Romero le hicieron una estatua en Sevilla porque, además, es sevillano. Y no se la hicieron en Madrid porque no es madrileño. Pero el currismo era una enfermedad tan sevillana como madrileña.

A finales del siglo XX nacieron al toreo dos diestros excepcionales, un sevillano, Morante de la Puebla, y un madrileño, El Juli. Y los dos fueron respetados en ambas ciudades. Con frialdad, el madrileño en Madrid y el sevillano en Sevilla. Es curioso que “entrar”, lo que se dice taurinamente “entrar en Sevilla”, o ser “torero de Madrid”, Morante entró de verdad en Sevilla con la faena al toro de Juan Pedro Domecq en la Feria de San Miguel del año 21, y El Juli entró en Madrid con la faena al toro de La Quinta en la Feria de San Isidro del año 22. ¿Quieren decir estas fechas que ni el de La Puebla, ni el de San Blas, con cinco lustros de alernativa y siendo figuras del toreo desde que la tomaron, nunca habían estado bien en su patria chica? En absoluto. ¿A qué se debe entonces la anomalía de que el sevillano entrara antes en Madrid y el madrileño en Sevilla? A veces resulta difícil interpretar a ese ser colectivo que se llama la afición. Hay que aceptarla como es. Porque a la postre siempre termina entrando en razón. Morante será un mito en Sevilla a El Juli no le quemarán vivo en Madrid.

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