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El Torero

TOREROS DEL MOMENTO – Marco Pérez, torero prohibido

por José Carlos Arévalo.

Al gran Alejandro no le prohibieron ser emperador a los 12 años. Ni conquistador antes de los 20. Los adolescentes eran hombres durante toda la era cristiana. En España, y hasta la década de los años 30, los chavales terminaban el bachillerato a los 14 y 15 años. En el toreo, Curro Guillén mataba toros a los 15 años. Joselito se vistió de luces en Portugal con 12 años. Armillita debutó con picadores a los 13 y tomó la alternativa a los 16. Y Luis Miguel tomó la alternativa en Bogotá a los 14. 

Pero ahora la sociedad ha cambiado, se ha civilizado muchísimo. La infancia se ha prolongado y la dolescencia, muchos más. Eso no invalida las contradicciones de la cívica sociedad actual. Se puede votar a los 18 años, se puede vivir en casa de mamá y papá hasta los 40 y ya no son muchos los que se ganan la vida antes de los 30. 

Y las contradicciones se agudizan en Latinoamérica. ¿Cuántos niños trabajan en Colombia durante su más tierna infancia? ¿Se han censado los niños de la calle en la ciudad de Cali? Pero en Colombia, Marco Pérez no puede torear porque tiene 15 años. Pero los españoles debemos callarnos, porque en España tampoco. Aunque las contradicciones existen. Por ejemplo, a las carreras infantiles de motociclismo, parece ser que no comerciales, concurren niños de 12 años cuyas máquinas superan los 100 kilómetros por hora. Eso tengo entendido, y nadie dice ni pío. 

Claro que en nuestra industrializada sociedad las máquinas están bien vistas y el toro, no. En la Colombia actual, gobernada por la izquierda antitaurina, para qué les voy a contar. Pero su presidente no le ha prohibido torear a Marco Pérez porque tenga 15 años sino porque él es antitaurino. Las cosas como son.

La ley es la ley y hay que respetarla, y está, a veces, por encima de la verdad. Yo conocí hace unos días las verdad de Marcos Pérez. En un largo tentandero al que concurrieron varios matadores, algún novillero y Marco Pérez. El chaval de Salamanca tuvo mala suerte con los animales que le correspondieron. No importó. A todos, absolutamente a todos, les pegó un repaso de tomo y lomo.  La realidad es como es, pero la ley manda.  

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