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El Torero

TOREROS DEL MOMENTO – Un escalafón desperdiciado (1)

 por José Carlos Arévalo

Mañana hablaré de la primera fila. Y lo haré porque es obligatorio  jerarquizar el toreo ahora nadie sabe quién es quién en la Fiesta. Pero hoy voy a hablar de los injustamente olvidados. De momento, solo de algunos. Por ejemplo, me viene a la cabeza José Ignacio Uceda Leal, que ha toreado una corrida, una sola, en Madrid, el 2 de mayo. Y estuvo muy bien. No cortó trofeos porque, siendo un extraordinario estoqueador, la espada le cayó baja y ya no importó como estuvo sino cómo mató. Debieran haberlo puesto en San Isidro, pero pusieron a una docena de desconocidos. Rarezas factibles, pues la desinformacion que padece la tauromaquia genera una libertad empresarial sin precedentes para montar corridas, sobre todo en un abono tan largo como el isidril, que equivale a una temporada entera y donde tiene que haber de todo. 

Pero que Uceda se quedara en casa sentado no es tolerable. Se trata de uno de los mejores toreros de los últimos 25 años. Así, como suena. Referente para todos los jóvenes espadas y respetado por todos los veteranos. Menos mal que reaparecerá el 15 de agosto, también en Madrid. Y el que suscribe allí estará. Ante el adocenamiento que padecen muchos espadas, ver de nuevo al maestro de Usera reconforta al aficionado. Esté como esté. 

Otro diestro veterano que deja huella cada vez que lo anuncian es Curro Díaz. Reconozco que torea algo más. Pero no en los carteles que su categoría artística reclama. En tiempos pasados, cuando el arte era un grado en el toreo, diestros como el de Linares serían legendarios, tendrían su  hueco en las Ferias, sobre todo en las grandes. Se los consideraba un antídoto contra la mediocridad. Hoy carecen de esa privilegiada imagen de marca porque ya no se jerarquiza el toreo. 

Pero la excelencia no rige ahora como vara de medir. Otro ejemplo: hay un joven torero extremeño, se llama José Garrido, al que no por estar en lucha (esto quiere decir que está obligado al productivismo, a cortar orejas que lo afiancen) ha renunciado a decir el toreo con un trazo perfumado, de sabor antiguo y cuadratura moderna, con un capote excelso y un concepto muletero abelmontado, que debiera situarlo en posición más relevante. Pero no tiene lo que merece. ¿Qué fue de aquellos aficionados, grandes catadores, que corregían los imperdonables olvidos de las empresas?

El año pasado vi un torero portuense de vitola, joven, desconocido, que toreó como la mayoría de los instalados sueñan torear. Se llama Daniel Crespo, y este año no le han puesto ni en la feria de su pueblo. ¿Por qué lo van a poner, si aquí ya no hay un periodista que se moje? Si por mi fuera, ampliaría con su presencia uno de los carteles de la buena Feria de El Puerto a cuatro espadas y ocho toros. En la vida, a veces hay que romper la baraja. 

En Madrid sí pusieron a un joven toledano, Ángel Tellez, de trazo elegante y temple orteguiano. Y se le declaró triunfador de la Feria de San Isidro. En vano, no se ha podido beneficiar de lo que antes era un pasaporte para las ferias: ser torero novedad. Pero hoy la figura del torero novedad ha desaparecido. Por una sencilla razón. Las novedades antaño las alimentaba la prensa. Y hoy, los medios de masas (les televisiones) ya no informan de la fiesta de toros. De modo que torea de vez en cuando. Curioso, antes, cuando un torero dabe el campanazo en Madrid se abrían las ferias.

Y para que les voy a contar si les hablo de un torero tan ilusionante como Alejandro Marcos. Sí, ya sé que no cortó orejas en Madrid. ¿Argumento suficiente para enviarlo al paro? No me fastidien. En Madrid, con el toro de Madrid, y la jugada a una sola carta, no es serio que nadie lo considere como una prueba válida. Una cosa es que el toro te mida y otra jugar a la primitiva.   

Estas líneas se alargan, pero como no quiero dejar en el tintero a otros buenos espadas que he visto en las últimas temporadas, proseguiré con el tema próximamente. Por el momento,valga esta constatación: no hay ningún otro espectáculo, de cualquier género, que maltrate a sus nuevos o veteranos valores como la fiesta de toros. Algunos taurinos llaman a esta discriminación “selección natural”. Se equivocan. Lo que la gran temporada está pidiendo a gritos, para romper la barrera del gueto donde la han metido, son claves muy claras para que las ferias se perciban como programaciones éticas y competitivas que la gente interprete con claridad y entusiasmo. 

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