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VALDEMORILLO. 3ª de feria -Extraordinaria novillada del Conde de Mayalde
Seis novillos bravos (el segundo, muy peligroso…en bravo), bellos de lámina, bien armados (más que los toros de las corridas precedentes), de variadas pintas, y con el vigor necesario para que expresaran su bravura. Ovacionados en el arrastre, el público pidio la vuelta al ruedo del quinto, pero también la habían merecido el primero, el tercero y el cuarte. El presidente no la concedió a ninguno. Se conoce que no le gusta el toro bravo.
En cambio los novilleros sí disfrutaron. Yo no tanto. Sí en el segundo de la tarde, porque tenía mucho que torear, gazapeaba, miraba mucho cuando se paraba y le gustaba más el torero que la muleta porque apretaba mucho hacia dentro y en la salida de los pases reponía. Pero su matador, García Pulido, era más listo que él y más valiente. Se colocó muy cerca, se cruzó, le cambió la vista, apenas le perdió pasos y las embestidas iban toreadas, y las ligaba. Emocionó a la gente por su valor, y jaleó sus muletazos. A mí me emocionó por su inteligencia torera. Además fue el único que hizo el paseíllo con naturalidad. No así sus dos colegas, que parecían primeros bailarines de un ballet ruso interpretando al Escamillo. Insisto, me gustó García Pulido, creo que en este joven hay torero. Incurrió, eso sí, en alargar las faenas cuando ya estaban rematadas. De haber mandado en sí mismo habría tomado la espada cuando él quería y no cuando se lo mandaron. Pues comprobé que este grave defecto no era imputable a los espadas sino a sus insorportables banquillos. Si García Pulido hubiese matado cuando lo sintió habría cortado cuatro orejas y no las tres que le dieron, Bueno, tres no está nada mal.
Sus compañeros, que también triunfaron, me sacaron un poco de quicio. Se ponían tan bonitos, estaban tan en torero, iban y se iban tan despacio del toro que la prestancia se convertía en cursilería. En el caso de Sergio Rodríguez fue una pena, porque dio unas verónicas extraordinarias a su primero, pero con la muleta era otra cosa: la figura perfecta y el toreo imperfecto, pases demasiado en línea, pases demasiado largos y remates demasiado hacia fuera. No entiendo por qué un torero de alta estatura y brazo largo no los remata más hacia adentro para ligarlos más y con mejor limpieza y cadencia. Pero su expresión es de muchos kilates y cuando deje de ponerse bonito será un torero importate. Entusiasmó al público y cortó una oreja.
El otro espada. Víctor Hernández, está muy hecho. Y si se hubiera ocupado más de torear que de la parsimonia habría desorejado a su primero, al que le hizo una larga faena epilogada con tres tandas albortadas de bernadinas. No entiendo cómo su mentor, Matías Tejela, gran torero de impronta espontánea, que toreaba despacio y pensaba deprisa, le insufla o tolera tanta delectación. Si hubiera estado a lo suyo habría salido a hombros como sus dos compañeros.
Terminó estas líneas con mala conciencia. Los tres toreros complacieron al cónclave. Los tres triunfaron. Y ahora yo me lo monto de listo. En mi descargo arguyo que si me he extendido en leer la cartilla los tres triunfadores que cerraron la feria con éxito es porque en los tres hay madera.
De las cuadrillas no destaco a nadie porque todos estuvieron muy bien.
Ficha
Valdemorillo. Tercer Festejo. Novillada. Feria de San Blas.
Seis novillos del Conde de Mayalde, muy bravos, muy bien presentados, muy ovacionados.
Víctor Hernández, palmas y oreja.
García Pulido, oreja y dos orejas.
Sergio Rodríguez, oreja y ovación
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