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ACTUALIDAD – ​Banalización de la cornada

A Manuel Diosleguarde le ha dado un cornalón un toro al entrar a matar en una corrida celebrada en la Feria de Cuellar. Una cornada similar a la que 75 años antes sufrió Manolete en Linares. Afortunadamente los tiempos son otros, la medicina ha evoluciondo como si hubieran pasado siete siglos y Diosleguarde no va a perder su vida. 

Hasta aquí, bien. Pero desconsuela el desinterés informativo que un hecho tan dramático merece en la prensa actual. Posiblemente, parte de la culpa la tengan los toreros, que minimizan su cogidas en los ruedos como si fueran un pellizco. Recuerdo el escándalo que produjo Antonio Ordóñez en Madrid cuando se negó a abandonar el ruedo tras recibir una grave cornada. Las cuadrillas, arropadas por el público, tuvieron que luchar a brazo partido con el de Ronda, que se desangraba a ojos vistas, para llevarle a la enfermería. Ahora, aquella actitud de Ordóñez, si se quiere justificada porque estaba toreando un mano a mano muy competido con Antonio Bienvenida, se repite en todas las ocasiones, sean graves o no las cogidas.

Pero si los toreros han decidido banalizar sus cornadas, el periodista no tiene que apuntarse al numerito. Porque no es tal numerito. La cornada, aunque no sea mortal, es una muerte pequeña, como las calificaba el mencionado Bienvenida. Y si la cirujía y la medicina modernas han conjurado en parte su letalidad, que un pitón abra las carnes a un ser humano no es ninguna broma. Hace tiempo me decía el doctor Vila que casi todos los toreros de hoy llevan en su cuerpo varias cornadas mortales de las de hace 70 años. 

A ver si aprendemos de los periodistas deportivos que por un esguince arman la mundial.

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