Cultura
ENTRELETRAS Y TOROS – Las Tauromaquias de Abenamar
La cornada es una muerte provisional, vivida varias veces por todos los toreros.
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La cornada tiene dos trayectorias. Una, en el cuerpo; otra, en el alma.
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Ir al toro, ver la cara a la muerte, estar con ella, acompasarla, disfrutarla, matarla. Y regresar.
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El torero valiente y el toro bravo se crecen al reto.
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Torear con temple, con la respiración acompasada, con el miedo dormido, sintiendo el flujo indecible de la embestida dominada, haciendo el toreo para sí y diciéndoselo a los demás, ese es el valor supremo, el valor torero.
El toreo (1)
Cuando la maestría vence al caos, el toreo descubre el temple, dueño y señor de la bravura.
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Convertir la violencia del toro a la cadencia del arte. Con naturalidad y sin que el toro se entere. Eso es torear.
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El torero arquitecto descubre nuevas geometrías a las suertes; el torero académico repite diestramente lo ya sabido; y el torero artista sublima los hallazgos del primero y la perfección del segundo.
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Hay toreo cuando la razón, que es bella, se impone a la violencia, que también es bella.
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Plenitud del torero: adivinar la embestida del toro.
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El toreo demuestra que el abismo es un suelo firme en el que se puede estar y crear.