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FERIA DE SAN ISIDRO – 6ª de abono. No entiendo nada

Fotos Alberto Simón. Plaza 1 Alfredo arévalo

No entiendo nada

Y yo me pregunto, ¿qué pleito tenían que resolver Alejandro Talavante y Juan Ortega? Y también me pregunto, ¿es acaso que la perspicacia de la empresa intuía una posible competencia? Y siguen mis preguntas, ¿quién es el lince que había pensado en el principio de una rivalidad torera y, por tanto, un nuevo cartel estelar para esta temporada dominada por unos pocos carteles de tirón? Y ahora ruego que se me disculpe, porque siguen mis preguntas, ¿era adecuada la corrida de Jandilla para este insólito mano a mano? 

Ahora empiezan las respuestas: Sí, era el hierro adecuado. Pero no los toros reseñados. Conozco bien la divisa merideña. He visitado muchas veces “Don Tello”, la bella finca regada por el Guadiana. Y les aseguro que allí, donde pastan los toros de saca herrados con la estrella, abundan auténticos prototipos del toro de lidia, verdaderos dijes, con el trapío sobrado para Las Ventas, el peso muy por encima de lo exigido y las más bellas hechuras. Son muchos los que ofrecen un tipo armónico que también comprende los pitones, cuya conformación forma parte de esa bella estampa que se debe exigir a los productos seleccionados para una plaza de primera y una feria como la de San Isidro. Pero los toros reseñados provocaban un extraño impacto visual, como si los cuernos pertenecieran a otro toro y no al que los portaba. De modo que seamos claros, en Madrid se selecciona el toro por sus grandes cuernos, no por nota, ni por hechuras, ni por reata: los datos fenotípicos que predicen con cierta aproximación el buen juego de un toro. Así que ¡vivan los cuernos! Y cuanto más grandes, mejor. Tranquilizan a los veterinarios, apaciguan a los toristas, joden a los toreros y decepcionan a los aficionados.

Y siguen las respuestas. Estas las dieron los toreros. Desde el principio. Porque cuando la gente hizo salir a saludar a Talavante en su regreso a Madrid, el pacense no invitó a que las compartiera su rival. Se diría que solo él iba a matar la corrida. Y cuando la gente se lo reprochó exigiendo con otra ovación que la recogiera Ortega, quedó bien claro que íbamos a presenciar dos corridas de tres toros por separado. Y así fue. Ninguno de los dos se inmiscuyó en la lidia de los toros del otro. No hubo retos, ni rivalidad, ni nada de nada. Estuvo mejor Talavante, pero no para tirar cohetes. No me gustó el trazo de sus muletazos, acucharados a partir del embroque (quizá para que los toros se reunieran algo más), ni me gustó la falta de estructura de sus faenas, no me gustaron sus trincherazos como látigos. Consiguió una oreja del tercero de la tarde. Y Ortega no obtuvo ninguna porque no pegó un lance ni un muletazo que merecieran la pena. Tal vez no los tenían sus toros. Pero los grandes toreros, en las tardes a contraestilo siempre firman un quite, unos lances, un detalle. Y ni eso.

Cuando salí de la plaza y consideré la propuesta de la empresa, la reseña de la corrida y la actitud de los toreros lo que había pasado, me dije: no entiendo nada. Pero sí había pasado algo; un llenazo. Fue el único acierto de la tarde.     

Natural de Talavante a su primer toro
Ortega y su verónica
Rompiendo la embestida hacia delante
Ortega y su toreo encajado
Talavante y retazos de su tauromagia
Veronica pura de Ortega
Enrroscando al Jandilla
Derechazo armonioso de Juan Ortega
Natural hasta donde de el brazo
Bonito doblón de Juan Ortega

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