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Ha muerto Miguel Báez “Litri”

Miguel Báez Espuny "El Litri"

Esto no es una necrológica. No me gusta compungirme protocolariamente. Y no sé escribir sobre la muerte. Puedo recordar, si de algo sirve, a un torero que admiré. Por lo tanto estas líneas solo son un recuerdo más, de un aficionado más, sobre un torero que fue figura indiscutible del toreo. 

¿Por qué fue Litri figura del toreo? Porque él no se parecía a nadie, ni a los toreros que le precedieron ni a sus contemporáneos, ni a los que vinieron después.

¿Cómo era su toreo? La mas sintética representación geométrica de lo que es torear. Una línea vertical, enhiesta, quieta, el hombre, y una línea horizontal, veloz, la fiera, lanzada contra el hombre. Un clamor estremecido cuando el ataque horizontal se desplaza como un disparo hacia el hombre quieto que, estoico como una estatua, da el pecho, con la muleta escondida tras la espalda, a la brutal embestida del toro. Y al llegar éste a la jurisdicción del torero, unos segundos antes de que la estatua se rompa en mil pedazos, aparece oportuna, dulce, salvadora la muleta que embebe la violencia, salva al hombre y da comienzo a la danza de la vida con la muerte. Es una danza armoniosa, que transforma el recto ataque del toro en la cadenciosa curva del toreo, y el grito se hace ole, el pánico, júbilo, y la muerte presentida se convierte en vida resucitada. 

Ese instante, que la gente llamó “litrazo”, comprende todo el toreo. Es la sustancia misma del toreo. Todo lo demás, el arte, la maestría, la inspiración, el repertorio, son valores adjetivos. La esencia del toreo, “químicamente” pura, era Litri y su litrazo. Por eso, con tres años de matador en la primera parte de su carrera y después dos años más, pasó a la historia de la tauromaquia.

Le conocí años más tarde, cuando estaba retirado. Como todo hombre importante era sencillo, ni humilde ni presuntuoso, sencillamente natural. Disfrute un par de veces de sus fantásticas paellas en el campo, cuando tenía los toros de Concha y Sierra. Torero escueto y paellero generoso, Miguel Báez, onubense por antonomasia había nacido en Gandía. También era valenciano. Descansa en paz, maestro.

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