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El Ojo Crítico

EL OJO CRÍTICO – La crisis de la Fiesta: ni tanto, ni tan calvo

Fotografía: Alberto Simón

Cuando se habla de la crisis de la Fiesta, las estadísticas parecen elocuentes, pero no explican nada. Equis número de pueblos ya no dan toros. Vale. Las ferias han reducido su número de festejos. De acuerdo. Las ganaderías han suprimido drásticamente sus camadas. Cierto. Y hay muchos buenos toreros. Qué cosas.

Pero si echamos la vista atrás, a un tiempo no muy lejano, al de las vacas gordas desde el año 95 a 2008. Sí, al de la burbuja y los pueblos sobrados y la España llena de rotondas y esculturas cursis. Al de las MilDoscientasCorridasAnuales. Entonces sí, la Fiesta está en crísis.

Claro que la mitad de aquellas corridas no las demandaba el mercado taurino. Las ponía el dinero sobrante, el ladrillo y todo eso. Eran la prueba de un crecimiento falso. Subvencionadas fuera de la Fiesta, aceptadas en las ferias grandes por los abonados ricos, paganos de abonos demencialmente estirados, que se reservaban las verdaderas corridas, las reclamadas por la afición, y regalaban el resto al chofer y familia, a los chicos de casa o chalaneaban con la reventa. Y las novilladas, peor. Financiadas por ponedores ricos en plusvalías desaprovechadas para promover novilleros malos. Y los novilleros pobres, algunos buenos, sentados en casa. Y hasta en la última aldea, las figuras llevándoselo y los munícipes regalando billetes a troche y moche. Y los ganaderos creyendo que la la Fiesta era Jauja porque vendían vacas y machos al lucero del alba. No, entonces no había crisis.

Pero el espejismo duró hasta que sí llegó la crisis. No la taurina, sino la Crisis total, la de 2008-9. Y los ganaderos improvisados dejaron de serlo. Y disminuyó el número de corridas, de novilladas picadas y sin picadores, y de corridas y novilladas de rejones. Es decir, que el mercado taurino volvió a depender de sí mismo. No se crean, no bajaron tanto. Se programaban más festejos que en la década de El Cordobés, cuando en España la tauromaquia estaba dentro de la sociedad. Luego, nadie tuvo la culpa de que el destino fuera adverso y llegara primero el disparate animalista, después los podemitas al poder, y finalmente la pandemia del coronavirus.

Y aquí estamos. Víctimas del libre mercado. Del mercado desregulado de la tauromaquia, libre pero a la intemperie, gobernado por la ley del Far-West, desmembrado en Comunidades Autónomas, regido por politicos que se llaman andana, dirigido por empresarios incapaces de reorganizar un sector con empresas al borde del naufragio. Se les supone ingenuos y desconcertados, en espera de que vuelvan las vacas gordas, sin capacidad de respuesta a los graves ataques sufridos por la Fiesta: el antitaurino relato animalista, que ha prendido en parte de la sociedad, y la eficaz ley del silencio practicada por los grandes medios informativos, que ha sumido a la tauromaquia en la irrelevancia. ¿Quién se ha enterado, al margen del gueto taurino (por cierto, es más grande de lo que piensan los políticos y los dueños de la comunicación) de la histórica temporada de Morante, probablemente el hecho artístico (me refiero a todas las artes) más relevante de las últimas décadas? La verdadera tarea reconstrucción de la Fiesta se debe a este torero y a otros diestros emergentes, antes de la pandemia tapados por el sistema y hoy miembros de la primera fila por derecho propio.

Contra todo pronóstico, la Fiesta sigue viva. Algunos reprimidos empresarios (por el sistema) han dado la cara y han hecho las cosas bien. Y cuando se han hecho bien los públicos han respondido. No pocos toreros han traído aires nuevos a la tauromaquia… con el cinqueño pasado. Y las dos últimas grandes ferias, la de San Miguel y la de Otoño, han devuelto la esperanza a la afición.

¿Optimismo? Ni optimismo ni pesimismo, sino todo lo contrario. Preocupación porque el sector taurino no da signos de reorganizarse como cualquier otro sector de la industria del espectáculo. Y esperanza porque hay un largo plantel de toreros buenos y ha embestido un notable número de toros en las peores circunstancias ganaderas desde la guerra civil.

Pronto abordaremos los problemas de la tauromaquia de base, la gran olvidada y la clave del futuro de la Fiesta.

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