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EntreToros

LA SEMANA TAURINA – Reivindicación de Arturo Saldívar

Fotos Alberto Simon/ Plaza Uno- Alfredo Arévalo

por José Carlos Arévalo

Un día, el crítico portuense Luis Ortega me dijo una verdad como un templo: el toreo técnico está cerca de la mentira y el toreo sin técnica está cerca de la verdad. 

La frase tiene su miga, porque el toreo sin técnica es imposible y todo toreo, para ser posible, debe asentarse en la técnica. Y sin embargo, la máxima de Ortega era cierta. Pero hay que explicarla como lo hizo Arturo Saldívar el pasado 31 de mayo en la plaza de toros de Las Ventas con dos toros muy encastados de Santiago Domecq. 

Veamos. Todo cite, ya sea más o menos intrépido, anuncia la embestida con que el toro le responderá. Y cuanto más diestro sea el torero más se presiente cómo será el viaje del toro. Y cuanto más artista, el aficionado lo jaleará incluso antes de que comience. Eso sucedía las veces en que Curro Romero citaba de verdad, cuando ya toreaba en el cite antes de torear. Se sabía entonces que toro y torero estaban de acuerdo antes de estarlo y el público paladeaba el toreo antes de degustarlo. Porque presentía el éxtasis antes de experimentarlo. Pero no todos los toros son iguales. Y hay toros que no están de acuerdo. Hay toros cuya casta es tan fiera que no quieren ser toreados, que solo quieren combatir, atacar seguros de su poderío. Son toros de una agresividad incierta. No por falta de bravura sino porque la viveza del toro, su fortaleza y su furia están a la altura de su brava condición. Y entonces, si el cite no es cauto (o sea, técnico), si es el que el torero haría a un toro pastueño, noble y entregado, desaparece el andamiaje defensivo de la técnica y surge el cite a la intemperie, el toreo sin técnica que, según Ortega, está cerca de la verdad. 

Hay que torear al toro poniendo toda la verdad en el engaño, decía el maestro Ángel Peralta. Y así citó Arturo Saldívar a sus dos encastadísimos toros de Domecq. Desnudo de técnica, con gallardía absoluta, con ingenuidad absoluta. Con toda la verdad del toreo puesta en su muleta. Pero también es cierto que ese cara o cruz entre la vida y la muerte, entre la cogida presentida y el muletazo consumado, no se enmarcó en una faena estructurada, redonda, la que premian las orejas. Y por eso, el público no las pidió. Pero fue amargo que se quedara sin premio el toreo desnudo de técnica y sin embargo poderoso, necesariamente mandón, de muleta arrastrada, de embestida increíblemente dominada y templada, el toreo con más verdad en lo que va de feria.

Aquella tarde, la del 31 de mayo, tarde de héroes -Fernando Adrián abandonó l a plaza a hombros por la Puerta Grande y Álvaro Lorenzo por la de la enfermería-, salió por su propio pie Arturo Saldívar entre aplausos insuficientes. Por eso yo reivindico en estas líneas al torero que hizo real el aserto de aquel sencillo crítico del Puerto de Santa María, sabia guasa gaditana herida por el escalofrío. Así es la verdad del toreo.

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