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El Torero

TOREROS DEL MOMENTO – De tenistas y toreros

Fotos de diferentes periódicos nacionales

Nadal es un mito nacional. Morante es un mito de los aficionados a los toros. Nadal  merece con creces su fama popular. Morante no merece más que la adhesión de los aficionados. Pero Nadal triunfa en el planeta tierra y los medios españoles de comunicación son miméticos, hacen grandes despliegues subordinados a la importancia que sus colegas internacionales dan a un protagonista español. Pero si el protagonista lo es de un espectáculo netamente ibérico, su interés es muy limitado. Somos definitivamente provincianos. 

Por supuesto, en la contención del torero como ídolo de masas inciden otros factores. El animalismo que estigmatiza las corridas de toros y las concibe como un acto de barbarie es uno de ellos. Pero no el más decisivo. Más determinante resulta el silencio que se cierne sobre hechos deslumbrantes que suceden en las plazas. Que la épica victoria de Nadal en el Rolland Garros haya merecido todas las portadas de la prensa escrita y grandes espacios en la televisiones tiene una lógica aplastante. Que esas dos obras de arte morantianas, paradigmas estéticos de lo sublime, la belleza disfrutando sobre el abismo, creadas en las ferias de Sevilla y Madrid no hayan ido a la primera de los periódicos, ni conseguido unos segundos en los informativos de las grandes cadenas de televisión delata el sucursalismo cultural de nuestro periodismo.

Faena del 7 de Mayo en Sevilla al gran toro de Garcigrande ( Foto Arjona/ Pagés)
Faena al toro de Alcurrucén del 1 de Junio en Madrid en la corrida de la Beneficencia ( Foto Plaza 1/Alfredo Arévalo)

Ya sé que el antitaurinismo reina entre los españoles que nunca han ido a los toros. Y también que la corrección cultural termina en censura. Me consta, además, que el ecologismo moral del urbanita todavía no ha pasado del insulto en su debate con el ecologismo real de la tauromaquia. Pero no resulta aceptable la ceguera de la cultura en general ante el artista español más importante, e incluyo en esta aseveración a todas las artes, de los últimos veinticinco años. (Que no se irriten los aficionados, junto a él sitúo a otros toreros, José Tomás, El Juli, Roca Rey… Pero ahora hablo de Morante). 

Cuando Juan Belmonte, el vanguardista más radical en el tiempo de las vanguardias, puso la tauromaquia patas arriba y fundó la nueva tauromaquia, artistas e intelectuales se reunieron con él para homenajearle en los jardines del Retiro. Lo reconocían como uno de los suyos. Y Valle-Inclán, que apreciaba el arte cuando mora en el abismo, le dijo años después, Juan, para ser perfecto solo te falta morir en la plaza. Y el torero, que de tonto no tenía un pelo, le contestó: No se preocupe don Ramón, se hará lo que se pueda. Sí, Belmonte fue un genio revolucionario, pero hoy Morante es un genio del sincretismo taurino que abarca todo el toreo, el anterior y el posterior al trianero.

Los artistas suelen admirar a los toreros, porque la materia de su arte está viva y los quiere matar mientras crean. Los toreros son gente nómada y marginal, que no están en ninguna parte y aparecen, iluminados, en las plazas de toros. Antes eran héroes y artistas, mitos del pueblo porque al pueblo, que iba menos a los toros que ahora, los papeles le contaban sus hazañas y sus derrotas. Hoy su situación es paradójica. Hay muy buenos toreros, veteranos en plena efusión creadora, y nuevos y sorprendentes valores. Pero la sociedad en general piensa que la tauromaquia está en decadencia porque los medios ya no hablan de ellos. Colijo que el problema no es de la tauromaquia sino de nuestra provinciana cultura mediática. Padece una subordinación mimética que ignora las corridas de toros porque las desdeñan sus importantes colegas internacionales sin haberlas conocido. 

Créanme, lógico es admirar a Nadal, mito deportivo universal. Y anómalo que a Morante, mito del planeta de los toros, solo lo admiremos los aficionados.  

José Carlos Arévalo.

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