Cultura
ENTRELETRAS Y TOROS – Las tauromaquias de Abenamar: El toreo (I)
Acompasar el toro al mando del toreo, fundir dos voluntades contrarias en un acto de creación compartido. Así es la única obra de arte creada por el hombre, a sabiendas, y por una fiera, sin saberlo.
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Para dominar al toro hay que pensar deprisa y torear despacio.
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Por mucho que reviente a los toristas, el protagonista de la tauromaquia es el hombre: el torero hace las suertes, el toro las obedece.
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El capote, la muleta, la vara, la banderilla, la espada son las prótesis del torero, la prolongación de su maestría y de su sentir. Todas las artes tienen prótesis, menos la poesía y la voz humana.
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Pero el cuerpo y el alma del torero son el instrumento central de su obra.
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Al toreo con ángel lo acaricia la luz clara de la mañana, al toreo con gracia lo pellizca el contraluz de la tarde y al toreo con duende lo quema el fuego de la noche.
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Figura, denominación exacta, sinónimo de estatua. Ídolo.
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Hay toreros que de la maestría hacen arte. Y hay toreros de destreza invisible que convierten el arte en milagro.
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Torear es hacer la suerte. O sea, que el hacer del hombre venza al azar del toro. Pero torear bien es vencer al azar con arte.
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¿Qué es el temple? Ya lo dijo Manuel Capetillo: cada pase, un paso.
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¿Qué es el arte? Ya lo dijo Antonio Bienvenida: todo lo que sobra, una vez ejecutada la suerte como mandan los cánones.
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¿Y qué es esa sustancia sobrante llamada arte que fluye de la suerte? La belleza fugaz del trazo, su huella, el sentimiento del torero que en el aire queda.
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El toreo es una geometría con alma.
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